Aiden finalmente había encontrado la ubicación del centro de curación en cuarentena del norte.
Estaba situado a cinco kilómetros contra el viento de la zona contaminada por polvo de plata, específicamente elegido por su proximidad a las rutas de rescate mientras garantizaba que el personal médico permaneciera protegido de la exposición. Era una elección inteligente: lo suficientemente cerca para salvar vidas, pero lo bastante lejos para proteger a quienes realizaban el salvamento.
Había buscado por todas partes; en cada rincón de la manada, pueblos cercanos, incluso en los lugares que Cloe había mencionado casualmente en alguna conversación. Ahora, solo quedaba ese lugar por explorar.
Al acercarse a la entrada principal, un leve aroma llegó a su nariz, familiar y fugaz. Su aroma, esa suave fragancia herbal que era únicamente de Cloe. Sin embargo, desapareció tan rápido como llegó, como un fantasma en el viento.
—Está aquí —susurró Aiden para sí mismo, apretando los puños.
Dentro de la