Diego y los demás, llevaron a Esteban al hospital a toda prisa.
En el camino, el estrés pareció provocar una recaída en Sofía, cuyo rostro se tornó pálido y parecía estar al borde del colapso. La cara del bebé se estaba poniendo azul mientras luchaba por respirar en los brazos de Diego. Por su parte, Sofía se aferraba a la manga de Diego, con el ceño fruncido por el dolor.
—Diego... siento el pecho muy oprimido... no puedo respirar...
Diego tenía la mandíbula tensa y la cabeza le daba vueltas. Estaba completamente abrumado, sin saber a quién consolar primero.
Poco después, en el mejor hospital infantil de Nueva Victoria.
Esteban se encontraba en urgencias siendo atendido por un equipo de especialistas, incluyendo al jefe de pediatría y a un reconocido neurólogo.
Pero incluso ellos, estaban desconcertados.
Diego agarró la mano del médico de guardia, hablando con voz temblorosa.
—Dr. Ramírez, Dr. Torres, por favor, ¡tienen que salvar a mi hijo!
—No sé qué pasó, simplemente empezó a conv