En el silencio que siguió, Rocío miró a Samuel, su rostro lleno de confusión. Después de un rato, habló con voz apagada.
—¿Controlarlo? ¿Poseerlo?
Sacudió la cabeza y continuó:
—No es así. Lo amo. Él también debe amarme. Él es mi prometido, no puede traicionarme, no puede dejar de amarme. Desde peq