—¡Eloísa, no te atrevas!
Eloísa ignoró el rugido furioso de Agustín, salió de la habitación de un portazo y se quedó un momento en el pasillo para calmarse antes de dirigirse a la habitación de Ximena.
Eloísa tampoco era ninguna santa. Para casarse con el guapo y excepcional Agustín, también había r