—¡Ahora mismo me estás molestando! —Ximena, devolviendo el gesto, le pellizcó la oreja.
Después de un rato jugando, el ánimo de Lisandro mejoró notablemente. Abrazando a Ximena en sus brazos, tomó el control remoto para abrir las cortinas, mirando las estrellas en el cielo.
—Ximena, ¿recuerdas cuand