—Ximena, por favor ayúdame, ¡sollozo...!
Isabella lloraba lamentablemente, y Ximena estaba algo conmovida.
Pero no quería ayudar a Isabella.
Había favores que no podía hacer.
Mientras Ximena estaba luchando sobre cómo responder, Lisandro se acercó, abrazó a Ximena por los hombros, y liberó la mano de Ximena de la de Isabella.
—Lo siento, no podemos ayudarte con esto —dijo Lisandro fríamente.
La gente alrededor empezó a murmurar acerca de Lisandro y Ximena, diciendo que carecían de compasió