El almacén subterráneo no tenía ventanas ni luces.
Estaba oscuro por todas partes.
La maestra Fresa estaba aterrada, rogando y pidiendo ayuda sin parar, pero no había ningún sonido alrededor.
Finalmente, desde la oscuridad se escucharon pasos y de repente las luces se encendieron.
Los ojos de maestra Fresa fueron cegados por la luz intensa y tardó un rato en ver que estaba rodeada de gente.
Todos vestían trajes negros, con caras inexpresivas, parados en fila recta. Evidentemente, eran un gr