Se miraron por unos segundos, segundos eternos para los empleados y para Nana que observaba la escena, Michael lucía terriblemente atractivo con su pijama de seda azul, su cabello hacia atrás, su espalda ancha, sus músculos marcados por encima de la tela, sus ojos azules como el mar profundo, aunque en ocasiones destellaban en tonos grisáceos o verdosos, esta noche eran azules un azul en el cual Sofía estaba perdida mientras lo miraba.

En cuanto a Sofía ella lucía pulcra, dulce, angelical, su piel blanca, su cabello suelto y largo su mirada angelical y sus labios rosas, esos labios que con un ligero toque de labial suplicaban por ser probados, besados, mordidos.

-Mmm…

Michael salió primero de su estupor y se aclaró la garganta, lo que hizo que Sofía volviera en si y se acercara a la mesa para sentarse justo frente a él, como sólo eran dos personas cenaban en una mesa redonda pequeña en donde siempre terminaban frente a frente.

-¿Qué tal estuvo su día?

Preguntó ella intentando salir de