Capítulo 4

Devin Becker

Las Vegas

Quería poner mis manos en el cuello de mi amigo y apretarlas hasta que me dijera con seriedad todo el asunto, me estaba viendo en las condiciones que estaba y seguía con la burla, ya le tenía que bajar a sus bromitas, me estaba sacando de mis casillas.

–A ver Danielito, antes que me colmes la paciencia o lo poco que me queda de ella. Vamos paso a paso ¿Quieres?

–Sí, mientras con eso se te baje el mal genio. Claro que quiero.

–Bien, porque estoy a punto de perder los estribos – Suspiré hondo – En los vídeos que me enviaste, no encontré ninguna de las respuestas a lo que te he preguntado y lo que necesito saber es específicamente ¿Cómo pasó lo del matrimonio colectivo? Y ¿Por qué no me acuerdo de nada?

Daniel se me quedó viendo como si me hubieran salido dos cabezas, era más que obvio que ayer estuve fuera de mis cabales, por eso no me acordaba de cuanto había tomado y de las atrocidades que cometí. Bueno de la más grande que cometí.

–Lo del matrimonio colectivo, es una tradición de aquí de Las Vegas, Devin, eres el colmo – Bufó Daniel – Tantas veces que hemos venido y preguntas eso, y no te acuerdas de nada, porque te tomaste como dos mil copas de vino, es por eso.

Bueno estaba seguro que no había controlado la cantidad de bebida alcohólica que ingerí, por la depresión que traía encima, pero eso no era motivo para que me quisiera casar con una extraña, aunque estuviera como estuviera la chica.

–No sabes la vergüenza que pasé – Admití – Al despertar en el departamento con Hanna desnuda a mi lado, sin saber ni quién demonios era ella. Necesito que me aclares la mente ¿Cómo es que terminé casado con ella?

–Bien, lo que pasó fue así – Daniel hizo memoria – Susan, la amiga de Hanna en la fiesta del carnaval, se acercó a nosotros para darnos unas máscaras, adornos, confeti y cosas para aventar. Ella se presentó conmigo y te presentó a Hanna ¿No te acuerdas?

Me froté los ojos y traté inútilmente de recordar aquello, pero nada. A mi mente solo vino la imagen del video de Daniel, dónde estaba con Hanna y con su amiga a mi lado, pero eso no me decía nada, ni una pista, ni una respuesta, ni nada contundente que explicara el motivo de mi “matrimonio”. Si él vio que no estaba en mis cabales, tenía que haber hecho todo lo posible para detenerme.

–No, no me acuerdo, pero continúa diciéndome lo que recuerdes, a lo mejor en algún punto de lo que digas, me vuelve a mí la memoria. – Dije con desesperación.

Estaba a punto de ponerme a gritar como loco, era una cosa espantosa, no saber ni cómo me llamaba, respiré profundo, esperando que me iluminara con su memoria o con lo poco que se acordaba.

–De acuerdo amigo, después de lo del carnaval, yo me fui a bailar con Susan y regresamos a la mesa, cuando llegaron esos los del matrimonio colectivo – Explicaba Daniel – Para ese momento tú, ya estabas demasiado entrado con Hanna, beso y beso y fue ahí cuando nos pidieron a mí y a Susan como testigos de eso.

Eso precisamente se ponía cada vez peor, yo no tengo nociones de nada y sé que no iba a pedirle que fuera mi testigo en una boda como esa. Me llevé los dedos a la cabeza, tratando de hacer memoria, pero como en las veces anteriores nada venía a ella. Estaba punto de entrar en crisis nerviosa.

–No, yo no pude pedirte nada. Tuvo que ser Hanna, yo no me hubiera querido casar y menos después de como tengo de roto el corazón todavía, por la traición, el engaño y la burla de la que fui víctima con la infeliz de Vivianne – Dije exasperado – Nunca me hubiera querido casar, eso es lo más extraño de todo, Daniel tú me conoces mejor que nadie.

–Pues no amigo, tú fuiste el que estabas necio y necio, que querías casarte y yo te aparté un poco de Hanna, preguntándote que, si estabas seguro o no, pero tú necio que sí y que sí y que querías casarte ¿Qué podía hacer yo por ti? Lo que hace un buen amigo y apoyarte en tu locura.

No quería ir a la cárcel, de eso estaba seguro, porque si no estuviéramos en un restaurante con tanta gente, ya lo hubiera ahorcado, eso no se valía, él estaba más consiente que yo el día de ayer, él era el que me tenía que disuadir de esa locura, no sé me hubiera noqueado, drogado, dado un somnífero, qué sé yo.

–No lo puedo creer, Daniel, debiste impedirlo – Exclamé vuelto loco – No apoyarme en esa estúpida locura. Ahora ¿Qué voy a hacer? Ella resultó también ser de New York y ahora ¿Cómo explicaré allá a todo el mundo, que me he casado?

–Pues así, hombre – Mi amigo seguía despreocupado – No tienes nada que explicar a nadie si no quieres. Además, no me vas a decir que no te gustó Hanna, si anoche decías que, al diablo con las rubias, que esa morena era la mujer de tu vida. Que eran almas gemelas y no sé qué tanto gritabas a los cuatro vientos. Por eso te aferraste a casarte.

Ay no, todo por mi despecho por lo que me hizo Vivianne, era la culpable de que hubiera casado en Las Vegas, mejor me hubiera ido a Hawái o Miami, allá no había esa locura de los matrimonios colectivos.

–No Danielito, esto está terrible – Me tapé la cara con mis manos – Lo peor, no es lo de la boda, lo peor es lo que pasó después de ella y esta mañana cuando me enteré de lo que había hecho.

Ahora Hanna, se le había metido la loca idea en la cabeza de que teníamos que esperar no sé cuánto tiempo hasta que estuviéramos seguros que no había un bebé en camino, pues me parecía demasiado rápido para que pensara que estaba embarazada, eso se podía ver días después, no ahora. Buscaría información de eso, no me iba a quedar con la duda y si ella lo que quería era engatusarme con un bebé, no se lo iba a permitir.

–Pero si esa es la mejor parte, Hanna está como quiere y además gracias a tu matrimonio, yo podré seguir viendo a Susan allá en New York. Te estoy muy agradecido amigo.

Daniel estaba muy agradecido y yo, me sentía bastante mal. No solo podía convertirme en padre dentro de 9 meses, me había casado con una desconocida de la que solo sabía que se llamaba Hanna y que estaba muy guapa y nada más. No me imagino lo que me van a decir mis padres, mis hermanos, mis colegas de trabajo y no sólo ellos, todo el mundo que me conoce. Eres un tonto, Devin Becker.

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