El niño habló con convicción y eso los sorprendió a todos, porque se preguntaban de donde había escuchado decir lo que ahora repetía.
—Y a ti te cuesta entender que no me gustaría que mis hijos se casaran entre ellos, así no tengan la misma sangre —le preguntó Roberto.
—¿Por qué? —interrogó.
—Porque