—No se hubiera molestado en andar por allí. ¿Qué hace aquí? —preguntó Lacie, mirando a su suegro con sus ojos hinchados por las lágrimas.
—Hola, hija… vine a buscarte porque temí que te hubieras tirado desde la azotea —bromeó mientras se acercaba a ella y la abrazaba, dándole un beso en la frente—.