—Él no podía llevársela, es mi esposa y mi hijo… yo tenía que tenerlos —dijo en un sollozo—. No debió haberlos dejado ir, ya su padre, no tenía autoridad sobre ella.
—Se marcó a su número y usted no respondió… por eso se le entregó al señor Aetón —explicó el doctor.
Por un momento Renaldo se quedó e