Capítulo 3

En mi cabeza no dejaba de dar vueltas, lo sucedido esta mañana.

Su mirada me había atrapado por completo, eran tan intensa que no podía dejar de mirarla.

Admito que me hizo enojar un poco el haber chocado con ella, pero cuando la vi sus ojos me dejó paralizado, pero aún más su manera de responderme.

Sonrió negando al acordarme de mirada, la cual me inspeccionaba descaradamente, incluso su mirada de vergüenza al verme en la sala de juntas.

Me levanto de la silla, acomodo mi saco, salgo de su oficina en la cual me dejó solo y rechazándome la invitación a comer.

«Vaya Mujercita»

Cuando salgo todo mi buen ánimo se esfuma al ver a Julia parada a un lado del ascensor tecleando en su teléfono.

Sujeto el puente de mi nariz y suspiro con pesadez tratando de comportarme lo más sereno con ella.

Levanta su mirada un momento sé su teléfono, me observa y por cómo lo hace sé que está molesta, pero a estas alturas me importa un carajo.

—Bastian... —Camina hasta quedar frente a mí.

—Julia...— Musito cortante.

—¿Qué fue todo eso allá dentro? —Se cruza de brazos —. Primero la escena está mañana y ahora esto, ¿Acaso te interesa esa tipa?

—Ese no es tu problema Julia, recuerda que solo eres la jefa de recursos humanos, no te tomes atribuciones que no te corresponden.

Camino hacia el elevador, escucho sus tacones resonar en el suelo detrás de mí.

—Te recuerdo que desde hace un año no soy solo la jefa de recursos humanos —Entra al elevador conmigo —. Tenemos una relación, así que si me incumbe Bastian.

—Julia, —Introduzco la mano en mis bolsillos —. Creo haber sido muy claro cuando te dije que esto terminaba, además nunca fue una relación, solo te follaba para calmar mis ganas, no confundas las cosas, así que te pido que mantengas tu lugar y yo el mío.

Cuando el elevador abre sus puertas en recepción, bajo sin esperar respuesta de ella, camino a la salida donde saludo a uno de los seguridad a cargo de la empresa.

Al salir me encuentro a mi chofer, quien me abre la puerta trasera de la camioneta, subo a ella y la rodea subiendo y poniéndola en marcha.

— ¿A dónde vamos jefe?

—Restaurante Rolling, a dos manzanas.

—Enseguida jefe.

Al llegar al restaurante me encuentro con Alfredo en la entrada, al verme me sonríe ampliamente.

—¡Hermano!, hasta que sacas tiempo para tu mejor amigo —Me extiende la mano saludándome y palmea mi hombro —. Tu llamada, me preocupo, ¿Qué sucede?

—Necesito desahogarme con alguien o voy a explotar del coraje.

Caminamos entrando al restaurante, la chica de recepción nos da la bienvenida con una sonrisa y nos lleva a nuestra mesa.

—Por la cara que traes, veo que es grave —Masculla mientras toma asiento frente a mí —. Explícame, ¿Qué sucede?

—Pues, que prácticamente estoy obligado a casarme.

—¿A qué te refieres? —Ríe y al ver que no lo hago su sonrisa se desmorona —. ¿Hablas en serio?

—Muy en serio hermano —Levantó la mano llamando al mesero —. Dos whiskys dobles, por favor.

— Me puedes hacer el favor de explicarme que locura dices —Me mira exasperado —. No estoy entendiendo nada.

—La condición de mi abuelo se agrava, los médicos solo le dan unos meses de vida y la condición de mi abuelo para dejarme heredero de todo es que me case en los próximos meses o dejará todo a organizaciones benéficas que lo necesiten.

—No me jodas Bastian —Masculla asombrado —. Tu abuelo sí que está loco.

— Se trata de muchos millones y empresas, Alfredo, no puedo dejar que mi abuelo se deshaga de ellas así por sí solo por un capricho.

Amo mucho a mi abuelo, pero esto que ha decidido es una completa locura, ni siquiera puedo pensar en casarme con alguien.

«El matrimonio no está en mis planes»

—Bueno hermano, aquí lo importante es de dónde sacarás una prometida — Me mira asombrado.

—Ni me lo digas, no sé en que carajos me metí.

Froto mi rostro con ambas manos en forma de frustración y es que siento que la cabeza me va a estallar de tanto reflexionar.

—Puedes decirle a Julia —Me mira burlón —. Ella más que encantada de ser tu prometida y esposa.

—¿Te has vuelto loco? —Lo miro serio —. A la hora de divorciarme no querrá hacerlo, además ella quiere involucrar sentimientos, por eso preferí dejarlo.

—¿Terminaste con ella?

—No termine con ella porque no éramos nada —Niega —. Simplemente, le di fin a lo ocasional que teníamos.

—¿Entonces que supones hacer hermano? Porque no le veo solución a tu gran problema. —Se echa hacia atrás y se pasa la mano por la cara.

—Yo si —Digo pensativo y me mira confundido —. Pienso conseguir a una mujer que se convierta en mi esposa y acepté un contrato matrimonial por un tiempo premeditado.

—¿Que vas a hacer qué? —Levanta la voz—.  ¿Estás loco hermano?, nadie se prestaría a gran locura.

— No estés tan seguro —Me inclino hacia adelante —. Además, ya tengo en mente que hacer.

Observó pensativo todo el lugar hasta que un instante mi mirada se detiene en una de las mesas apartadas, en ella se encuentra la señorita Mejía almorzando entre risas con mi asistente y la de recursos humanos, pero lo que más llama mi atención es el coqueteo de brazos que tiene con su asistente.

Ninguno se ha dado cuenta de mi presencia y agradezco por ello, la observó sonreír por algo que mi asistente dice y sonrió inconscientemente.

Observo cómo él sujeta su mejilla, una sensación de enojo me invade y aprieto mis puños tratando de controlarme ¿Por qué me enoja tanto verla con él?

Esa mujer tiene algo que me hace perder el control cuando la tengo cerca, me hace ser impulsivo y es como si fuera otra persona.

¿Le gustará él? Tendré que averiguarlo yo mismo.

—¡Bastian! ¿Me estás escuchando? – Alfredo agita sus manos frente a mí —. Hermano ¿En qué piensas?

—En nada —Me acomodo en mi asiento y sonrío —. Ya tengo a la persona que me va a ayudar.

Sonrió ladinamente.

—¿Quién amigo? —Me pregunta confundido.

— Ya lo sabrás pronto...

(...)

Mientras almorzamos, Alfredo me cuenta sobre sus negocios, mientras observó hacia la mesa dónde está la señorita Mejía.  La veo levantarse con su bolso y caminar hacia el baño.

Antes de pensar razonablemente, mi cuerpo ha tomado ventaja y me levanto de mi puesto.

— ¿Qué haces?, ¿Qué sucede?

—Necesito ir al baño —Me mira extrañado —. No me tardó.

Camino, observó hacia su mesa y me alivio al saber que no se han dado cuenta de mi presencia al pasar casi la frente de ellos.

Me detengo en el pasillo del baño, observó unos segundos la puerta del baño de mujeres.

Sale una señora ya un poco mayor y la detengo.

— Disculpe bella dama —Le sonrió de manera seductora —. Estoy buscando a mi novia, ¿Sabe si hay una castaña allí dentro?

— No he visto ninguna castaña, hay dentro cariño—Me sonríe amablemente—. La única muchacha que he visto es una peli negra.

«Bingo»

—Entonces ya debió salir —Sonrió levemente —. Gracias.

La señora asiente y se retira; sonrió, observó a mi alrededor y al no ver a nadie proceso hacer la mayor locura de mi vida.

Abro la puerta rápidamente entrando y observó como su cuerpo se estremece al entrar tan bruscamente.

—¿Qué diablos? —Me mira asombrada —. Señor Cabal, ¿Qué hace usted aquí?

Su cara derrocha nerviosismo, observó cómo me mira nuevamente y es justo como lo hizo esta mañana.

Como si me devorara con la mirada, introduzco la mano en mis bolsillos y sonrió acercándome.

— Veo que la está pasando muy bien, señorita Mejía —Observó un mechón de su cabello caer frente a su rostro y lo tomó acomodándoselo detrás de la oreja —. ¿Son ideas mías o le gusta su asistente?

Parpadea mirándome completamente perpleja, para luego arrugar las hermosas facciones de su rostro.

—¿A qué viene esa pregunta? —Retrocede —. ¿Está usted vigilándome?

—La estuve viendo mientras almorzaba y no pude evitar darme cuenta de sus toqueteos.

—Señor Cabal, usted se encuentra... —Se calla abruptamente y luego achina sus ojos —. ¿Desde cuándo es eso de su incumbencia?

Se cruza de brazos frente a mí y sonrió al ver la actitud tan retadora que ha tomado.

«Definitivamente, esta mujer me hace sonreír»

—Es una simple curiosidad, señorita Mejía —Me acerco y vuelve a retroceder —. ¿Puede responder mi pregunta?

— ¿Hay alguna regla que prohíba las relaciones entre compañeros en la empresa? —Niego y sonríe —. Entonces no responderé su pregunta, no me lo tome a mal, pero no es de su incumbencia.

Sonrió negando por su actitud tan retadora, es como si me provocará a propósito.

Doy un paso adelante y vuelve a retroceder, camino hasta acorralarla contra la pared fría, observó su respiración agitada y sus ojos asustadizos me observan fijamente.

— Señor Bastian, ¿Qué hace? – dice con dificultad y me gusta como suena mi nombre en su boca —. Alguien puede entrar y verlo aquí.

— No se preocupe, le coloque seguro a la puerta —Acercó mi rostro más a ella y veo su labio temblar —. Dígame ¿Que siente al tenerme tan cerca?

Se queda callada unos segundos, cierra los ojos y muerde la comisura de sus labios al abrir nuevamente los ojos.

—Señor Cabal —Coloca sus manos sobre mis hombros —. ¿Quiere que le diga que siento?

«Oh nena»

—Por favor —Susurro.

— Pues verá...

—¡Maldición! —Susurro y me inclino al sentir como su pierna golpea mis testículos haciéndome doblarme de dolor.

—Yo no soy una de esas mujeres que caen tan rápidamente en sus encantos —Se aleja de mí —. No se vuelva acercar a mí de esa manera, señor Cabal, no quiero tener problemas con su novia o perder mi trabajo por su culpa.

—¿De qué novia habla?—Musito con dolor sobando el lugar afectado.

— La señorita Monte, habló de la señorita Julia, señor Cabal —Toma su bolso —. No soy tonta, es mucho lo que se habla de usted y ella en la empresa y no quiero problemas, así que por favor no se acerque a mí al menos que sea estrictamente laboral.

Sale del baño rápidamente dejándome aún con mis partes nobles adoloridas, golpeó la pared totalmente frustrado.

Me levanto, salgo del baño rápidamente, observó el pasillo y veo su mesa vacía, al mirar a la salida los veo marcharse y ella mirar hacia atrás hasta encontrarme.

Me sonríe, se despide tirándome un beso y guiñándome un ojo coquetamente.

«¿Qué diablos?»

Niego caminando de regreso a mi mesa, al llegar ya Alfredo ha pagado la cuenta y se encuentra terminando una llamada.

—Te demoraste amigo y me adelanté pidiendo la cuenta —Se levanta de su silla —. Debo regresar a la oficina, me necesitan con urgencia.

—No te preocupes, yo también debo regresar a la oficina—Mascullo entre dientes —. Necesito solucionar un asunto.

—Tenemos que reunirnos una de estas noches a tomarnos unos tragos —Palmea mi hombro —. Necesito que me digas que diablos piensas hacer.

—Luego te llamo amigo.

Sale del restaurante rápidamente, niego, lo sigo hasta la salida. Lo veo subir a su auto y sale en cuestión de segundos.

Frente a mí se estaciona mi chofer, se baja de la camioneta y me abre la puerta ayudándome a subir.

—¿Disfruto su almuerzo señor?

—Más de lo que esperaba Ben —Me mira por el retrovisor y sonrió —. Pero tengo prisa de que lleguemos a la empresa.

(...)

Al salir del elevador observó a mi asistente en su escritorio con papeles en manos y el teléfono pegado a su oreja, Chad, se encuentra en la computadora y la secretaria de recursos humanos está por caminar a la oficina de Julia.

—Fernanda—Mascullo —. Puedes venir un momento.

—Dígame, Señor Cabal —De para frente a mí —. ¿En qué le puedo servir?

—Dígale a Marta que la necesito en mi oficina dentro de un rato y por favor pídale al abogado principal de la compañía que lo necesito ya en mi oficina.

—Enseguida señor.

—Bien.

Regresa de nuevo a su puesto y toca la puerta de la oficina de Marta.

Camino hacia mi oficina, antes de entrar me detengo en la entrada y observó la oficina de Catalina.

Me debato entre ir o no, finalmente me decido hacerlo luego. Necesito descombrarme la que me ha hecho en el baño del restaurante.

— Señor, ¿Necesita algo? – me pregunta mi asistente extrañada.

—No Mili, no pasa nada.

Entró a mi oficina y sonrió triunfante al pensar en su reacción por lo que pienso hacer...

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