– ¿José puedes detenerte por favor? Mira ya estamos lejos de la casa...por favor para y hablemos. –Miré adelante, era una noche espesa, las luces de su coche se abrían camino en la neblina, tomaba el volante como él, como José y su pié derecho pisaba a fondo el acelerador.Llevaba rato viendo su perfil en la penumbra, su ropa fina entallada,el cuello elegante, su olor y su respiración agitada, muy agitada,como si en vez de conducir corriera.
–Lleguemos a un luga rmás seguro.
–Oríllate aquí. –Le pedí señalándole un claro a mi derecha, lejos de los árboles de naranja, a unos doscientos metros de la carretera principal. José dudó, me miró inquisitivo y luego miró de nuevo el camino.
–Está bien. –Solté el aire, por supuesto que bajarme y correr no era una salida, él me alcan