CAPÍTULO 1

No hay mayor mentira que la vida en sí, es por eso que hoy digo adiós al dolor y sufrimiento, no más mentiras, no más rencor hoy muere la antigua Sam y como un Fénix, renazco de las cenizas para dar la bienvenida a las nuevas plumas que serán parte de mi nueva vida. 

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Dos años después 

— ¡Permiso! ¡Permiso! — Iba diciendo mientras me abría espacio entre las personas que se encuentran en los pasillos de la universidad. Llevo entre mis manos una caja, la cual no me permite tener una visualización completa de mi camino. 

Bufo al llegar a la puerta de mi habitación, la caja no está muy pesada, pero trasladarla desde el estacionamiento hasta mi cuarto me ha dejado agotada. Busco entre mi bolso las llaves y cuando las localizo, abro la puerta, tomo nuevamente la caja y entro. 

La habitación se encuentra a oscuras, parece ser que mi compañera no está. Beatriz Argent es mi compañera desde que ingrese a la universidad, estoy comenzando mi segundo año en la carrera Psicología. Mientras que ella está en su segundo año en la escuela de Artes. 

Coloco la caja en mi cama, cuando escucho unos ruidos provenientes del cuarto de baño. Me giro y veo que la luz está puesta, lo puedo notar ya que el reflejo de esta sale por la abertura de la puerta. La habitación sigue a oscuras por lo que el cuarto de baño llama mi atención. Sin prender la luz me acerco. 

— ¿Hola…? — Mi voz suena frágil e insegura — ¿Hay alguien allí?... ¿Bety? —No recibo respuesta así que tomo un paraguas como medio de defensa mientras me acerco. Me detengo cuando veo un líquido rojizo deslizarse por debajo de la puerta. 

Siento mi corazón detenerse ¡Sangre!, ¡Un cadáver! ¿Y si el asesino aún está allí dentro?, No puede ser que hayan matado a alguien en mi cuarto de baño. Mi corazón se acelera cada vez más. Tomo la perilla de esta y la abro poniendo el paraguas como escudo como si fuera la mejor arma del mundo, abro mis ojos despacio ya que los había cerrado antes de entrar. 

Lo que veo era lo que menos esperaba, mi compañera Beatriz “Bety” como yo le digo, estaba tirada junto a la bañera. Su cabeza esta rodeada por un charco de sangre. Su rostro está pálido y el líquido rojizo seguía desbordándose.

¡Sam reacciona! 

Me acerco a ella y empiezo a zarandearla por los hombros. 

— ¡Bety! ¡Bety! No te mueras. Aunque seas rara no quiero que te mueras. ¡despierta! — repito mientras trato la manera de despertarla.

— Samantha ¡Detente! —Grita Bety con todas sus fuerzas. 

— ¡Bety! Aún está viva ¿Pero qué rayos…? — La abrazo agradeciendo que aún estuviera con vida

— ¿Qué crees que haces? ¡Suéltame! Sabes muy bien que no me gustan las demostraciones de cariño. 

La suelto — Pero ¿Qué te ha pasado? ¡Estas llenas de sangre!

— No es sangre estaba pensando en hacer una pintura, pero me encontraba tan cansada que creo que derrame la pintura. 

Bety se levanta y ve  el desastre que ha ocasionado. 

— En serio me asustaste, pero, ahora más te vale que limpies este desastre. 

Parece que fuera la peor compañera, pero en muchas ocasiones Bety me había dejado en la misma situación. Si yo ensuciaba, yo limpiaba. Esas eran las reglas de Bety y ahora debía aplicarla sobre ella. 

Me acerque a la caja que traía en las manos. La traía con pertenencia de la casa de mi madre, pasé las vacaciones con ella y mi hermana y había encontrado algunas cosas importantes para mí, entre ellas mi Diario. 

Pero este no era el típico diario en donde escribes qué tal fue tu día o el chico que te gusta, o el primer beso. Nada de eso, este diario no era nada peculiar. No lo he leído desde que escribí su última página y eso fue hace más de un año. Decidí traerlo conmigo ya que por su contenido no era bueno que mi mamá o mi hermana lo leyeran. 

Lo saco de la caja y leo la última página, la última frase que escribí ese día que decidí darle un nuevo rumbo a mi vida.

Lo guardo debajo del colchón de mi cama, considero que es el mejor lugar para resguardarlo. Además, en esta habitación no se reciben visitas, solo mi amigo Matt que viene de vez en cuando, pero como su relación no es buena con Bety, decide mejor que nos juntemos en su habitación. 

Termino de arreglar las nuevas cosas que traje y salgo de la habitación, echo un último vistazo a mi compañera quien aún seguía limpiando. Voy de camino hacia la habitación de mi amigo para saludarle. 

Matt es mi único amigo desde preparatoria y su apoyo fue incondicional sobre todo el último año. 

— ¡Matt! — Grito detrás de la puerta mientras la toco con mis nudillos. — ¡Ábreme! 

La puerta se abre y me deja ver a mi amigo, un chico de ojos azules, el cabello algo alborotado, un par de anteojos y tez blanca. Su hermosa sonrisa se marca en su rostro y deja ver su pequeña dentadura. 

— ¡Sam! ¡Haz vuelto! — me da un gran abrazo y yo correspondo. 

Pasamos toda la tarde platicando de nuestras vacaciones y de lo positivo que vemos este nuevo año de universidad. Mi amigo está en la facultad de ingeniería, específicamente en la de tecnología. Si mi amigo es un perfecto Nerd de la tecnología, no es un chico musculoso, pero a mi parecer es muy guapo, aunque sin gafas se vería mejor. 

Regreso a mi habitación y veo que todo está en su lugar nuevamente, el suelo del piso del baño está limpio y Bety está en su cama durmiendo. Yo hago lo mismo preparada para el regreso a clases. 

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Esta primera semana de clases ha sido de lo más normal, la misma rutina. Nuevas clases, nuevos compañeros, pero nada fuera de lo inusual. Matt y yo siendo los mismos. 

Es domingo y el sonido cesante de mi móvil hace que me despierte. — ¡Espero que esto sea realmente importante para que me despiertes de mi adorado sueño! 

— ¡Vamos levántate! ha ocurrido algo grave

— ¡Si me has despertado por algo insignificante! Date por muerto Matt — respondo enojada

— ¡Me has escuchado! ¡Ha pasado algo grave! Te espero en la entrada del gimnasio en diez minutos. 

— ¡Matt espero que en verdad sea algo importante! — Cuelgo y me levanto. Tomo una sudadera, me pongo mis vans y salgo corriendo. 

Llego hasta el lugar donde me indicó Matt y lo veo con su cara toda pálida y una expresión que no logro comprender, incluso veo a otros estudiantes con la misma expresión de Matt. Veo algunas chicas del equipo de porristas que están llorando y no entiendo que es lo que ha pasado. 

Cuando veo la puerta a la entrada del gimnasio veo una cinta amarilla, y varios policías. Esa cinta la conozco la he visto en varios programas de ID, y no significa nada bueno. Giro mi vista hacia Matt tratando de encontrar respuesta.

— Jennifer Hunter esta… — Matt se queda callado 

— ¿Jennifer Hunter? — Pregunto —¿Qué ha pasado con ella? — Las palabras no salen de la boca de Matt. — ¡Matt responde por favor! — Lo sacudo por los hombros para que salga del shock en el que se encuentra. 

— Jennifer está muerta… — La voz de Matt suena tan frágil pero sus palabras son tan fuertes que siento que me derrumban. ¡Jennifer está muerta! Fuimos compañeras, no es que fuera una gran compañera, pero la conocí y nunca pensé que su vida acabaría tan pronto.

Matt me toma por un brazo y me lleva hacia otra puerta del gimnasio. — ¡Matt estás loco! ¿A dónde me llevas? — Reclamo

— Nunca me espere este tipo de noticia esta mañana, he estado en shock unos momentos mientras asimilaba esto, pero me conoces y sabes muy bien que ante este tipo de situaciones no suelo quedarme con la curiosidad, así que vamos a entrar y ver el cuerpo de Jennifer. 

— ¡Estás loco! Si piensas que yo voy a acompañarte. — Matt era muy curioso, pero esto no era cualquier cosa. Un cadáver estaba fuera de mis límites. Me solté del agarre de Matt mientras este fruncía el ceño por mi acción. 

— ¡Vamos! Acompáñame, quiero ver la escena unos momentos. Cinco minutos te pido. — Sus ojos estaban como un cachorrito abandonado que quiere ser adoptado. 

— ¡Esta bien! Solo cinco minutos y nada más. — Matt me tomó de la mano y entramos por la puerta que teníamos enfrente. 

Lo primero que encontramos fueron los vestidores, tanto de chicos como de chicas. Seguimos avanzando, hasta que escuchamos unas voces. Eso era señal de que estábamos cerca. Llegamos a otra puerta y Matt me hizo señales para que no hiciera ruido. Mi amigo abrió lentamente la puerta y sentí que mi corazón iba a salir por mi garganta de los nervios que tenía. En mi estómago sentía una sensación de vacío con síntomas de querer vomitar, este tipo de situaciones no eran agradables para mí. 

Matt abrió más la puerta y entonces la vi. Jennifer colgaba por un lazo que iniciaba por una de las vigas de metal y llegaba hasta su cuello. Sus brazos estaban al lado de su cuerpo y goteaban sangre, aún tenía el uniforme de porrista el cual se encontraba manchado. Esa escena nunca iba a olvidarla. Apreté como puños mis manos mientras agarraba la camisa de Matt. Los policías salieron de la escena y Matt me hizo señas para que me acercara. 

No quería en realidad, pero esa escena para mí era como deja vu, ya la había visto o soñado, no sabía exactamente, pero la curiosidad me invadía, así que no renegué cuando Matt me propuso acercarme. 

Llegamos frente al cuerpo de Jennifer y lo que me sorprendió no fue su cuerpo sino la frase que se encontraba en el suelo del gimnasio. 

¡Ahora sí! Eres la marioneta que siempre fuiste. 

Esa frase era de mi autoría, yo la había escrito en mi diario. Y fue allí que recordé. La muerte de Jennifer estaba descrita tal cual yo la había escrito. 

Todo este tiempo fuiste una marioneta de ella, obedeciéndola en todo lo que te ordenaba, no olvidaré cómo me amarraste mis manos y pies, dejándome una noche encerrada en los baños de la escuela. Tu excusa fue que solo seguías órdenes.  Así que ahora sentirás lo que se es estar amarrada, pero no de manos y pies, sino del cuello, hasta que sea tu último aliento. Que tus ojos vean los míos fijamente mientras te resistes y dar tu último respiro. Sonreír como tú lo hiciste cuando me encontraste al siguiente día. Sonreír y ver como dejas de respirar y pides ayuda mientras mueres lentamente. 

Cortar las venas de tus manos y con esa misma sangre escribir debajo de tu cuerpo “¡Ahora sí! Eres la marioneta que siempre fuiste.”

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