— Debes estar de broma — me quejo, pero él luce ligeramente culpable.
— Oye, sabes que no puedo resistirme a ti cuando estás desnuda...y la forma en que lo pediste— levanta las cejas y le doy un ligero puño en el brazo.
No puede ser, ¡no puedo estar embarazada! ¡quintillizos! Mil veces peor.
— Dime que es broma — pido, pero él hace una mueca, y yo tengo ganas de llorar — Maldita sea, ¿no podía cerrar las piernas para ti?
— No, yo me quejaría — dice bromeando — aunque si lo piensas bien...luego de cuatro años, eso fue lo último en lo que pensamos.
— Anya aún requiere mucha atención — me quejo, él me sonríe.
— Esta vez yo estoy aquí — me asegura, besándome con cuidado, y la sensación de alivio que siento no tiene precio, era