Capítulo 40: Aparente calma.

Tal como le comento Ana a su padre, Tony se la ingenio junto con su equipo de seguridad, para salir del edificio de forma clandestina. Alfred y Danielle, le sirvieron de señuelo, para despistar a la presa.

En el auto camino a casa de Ana. Olvidan por un momento los atascos y las fricciones recientes, y se adentran a su faceta de enamorados.

—Creo cariño, que me dijiste una vez, que querías ir a la playa—comenta de inmediato Tony.

—Ay si, Tony. Es mi mayor ilusión.

—No se diga más, en unos días no escapamos de tanto estrés. Te llevaré de viaje a los Ángeles.

—¿En serio? —exclama Ana con asombro.

—Tu y yo solitos—le susurra Tony al oído, mordiendo ligeramente sus labios.

—Y los niños también—apunta Ana y toca su vientre.

—Claro, a ellos siempre los llevaremos, para todos lados una vez que nazcan.

—Estoy tan emocionada—musita Ana maravillada.

—Y yo más, este viaje será diferente—la mira con picardía.

—Ay no Tony. Ya sé por dónde vas, no soy tonta.

—Ja, ja, ja, nadie ha dicho que lo seas.
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