92. LA NOCHE EN CASA

El tono ligero de su respuesta alivió de nuevo la conversación, y ambas compartimos una pequeña risa. Pero, incluso en medio de su broma, yo podía sentir la profundidad de su historia.

—A veces me parece que no conozco a Robin. Yo lo veo como un lindo chico, siempre sonriente y haciendo de todo para hacerme feliz —dije con una sonrisa, recordando nuestras noches de pasión.

—¿Sonriente, Ema? —preguntó Esmeralda, arqueando una ceja.

—Sí, siempre está sonriente y feliz —añadí, todavía sonriendo—. Me hace reír, siempre atento a mí.

—¡Ema, no recuerdo la última vez que vi sonreír a Robin! —dijo de pronto Esmeralda, mirándome con genuina sorpresa—. Siempre es ese hombre frío y calculador que atemoriza a todos. Realmente debe estar muy enamorado de ti, Ema.

No pude evitar sonreír. La idea de Robin siendo "frío y calculador" me resultaba casi imposible de asociar con el hombre que me hablaba en susurros al oído mientras me traía mi café por las mañanas. Pero no se me olvidaba la reunión con l
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