Mundo ficciónIniciar sesiónLa carcajada que solté fue inmediata, casi automática, mientras trataba de no ruborizarme. Lo miré fijamente, intentando, por todos los medios, no dejarme vencer por la risa que seguía subiendo en mi pecho. Claro, Robin podía ser tan arrogante como divertido, y cuando decidía mezclar ambos atributos, yo terminaba sintiéndome completamente rendida.
—Robin, por Dios… ¡no puedes decir esas cosas en voz alta! —le reproché, llevándome la mano a la cara para ocultar mi vergüenza.—¿Por qué no? —replicó él, haciendo un gesto de absoluta inocencia—. Lo digo con hechos, Ema, no con palabras vacías.—¿Sabes? A veces pienso que el verdadero problema aquí no es la edad, sino tu inmensa capacidad para desquiciarme —dije al final, cruzándome de brazos mientras lo miraba con fingida seriedad—. Pero si






