Mundo ficciónIniciar sesiónEl sonido metálico de las bolsas plastificadas dejó de resonar en el suelo mientras entrábamos. Tomé un paquete de hielo del congelador —bendito servicio a domicilio, hasta el hielo salvador había llegado— y me acerqué para colocarlo sobre el ojo morado del muchacho.
—¿Cómo te llamas? —pregunté, más por mantenerlo distraído que por mera curiosidad, aunque debo admitir que empezaba a intrigar mi lado “detectivesco”. La curiosidad interna nunca descansa.Él, después de un par de segundos de mirarme como si tratara de decidir si confiar o no, finalmente relajó un poco los hombros y respondió:—Me llamo Joel, señorita.Le dediqué una media sonrisa que se esforzaba por ser tranquilizadora. Al menos ahora teníamos un nombre para romper el hielo, nunca mejor dicho.—¿Por qué te go






