Mientras ve el susto en mis ojos y me pide que no la tome demasiado en serio, noto cómo sus manos juegan inquietas con la botella de agua sobre la mesa. Serrí siempre es la mujer fuerte, la amiga que nunca muestra debilidad, pero en este momento la veo casi transparente. 

El miedo de que sus hijos no entiendan todo lo que ella ha tenido que luchar por ellos está ahí, en cada uno de sus movimientos más pequeños. Como siempre, Serrí disfraza sus emociones con comentarios absurdos y gestos dramáticos. Sin embargo, yo sé que los temas relacionados con su exmarido le abren heridas, aunque finja que no duelen. 

Tomo un largo trago de mi bebida antes de responder a Serrí. Ese tema siempre desata en mí un torbellino de emociones. Siento una mezcla de orgullo por lo que he logrado, pero también una inquietud que no puedo ignorar.

—¿Y qué pasa si los niños em