XIV
Bajo los pies con cautela, con miedo de que una mano salga de abajo de la cama y me arrastre a otra dimensión donde todo sea mucho peor que en la que estoy.
Una brisa cálida entra por la ventana y me atrevo a observa por ella unos segundos, el bosque espeso cubierto por neblina es muy contradictorio a lo de hace un momento. Respiro hondo y reparo en aquel puente que divide las tierras de la mansión con la villa en donde mamá compró la casa.
Siento una punzada en mi pecho y el corazón se me oprime de tan solo pensar en que podrían estarle asiendo, porque quiero negar rotundamente que la asesinaran ese día del secuestro. Una lágrima escurridiza ba