CAPÍTULO 7. Una solución perfecta

CAPÍTULO 7. Una solución perfecta

Las manos le temblaban, las puntas de sus dedos cosquilleaban como si toda la sangre se hubiera ido de su cuerpo, y estaba tan pálida que Elijah creyó que se desmayaría de un momento a otro.

Entre las exclamaciones y felicitaciones de los invitados se excusó un momento con la justificación de ir a prepararse y empujó a Lynett, que trastabilló frente a él hasta una de las habitaciones privadas.

—¡¿Te has vuel…?!

—No, ni loco, y mucho menos idiota —siseó él—. Solo me estoy adelantando a los acontecimientos, ya sabes, hombre precavido vale por tres.

—¡Tú no eres precavido, eres… eres…! —Los ojos de Lynett se llenaron de lágrimas—. ¡¿Cómo te atreviste a decir eso?! ¡Mi padre no te dio mi mano! —espetó con rabia y dolor.

—Ni yo la hubiera aceptado, créeme, pero no voy a dejar que nadie me levante un escándalo solo porque una chica fácil como tú se me atraviese en el camino.

—¡No te permito…!

Pero lo cierto era que no tenía la fuerza. Lynett Evans ahogó un
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