Dante le arrebató el teléfono: —Miguel, creo que tiene razón. Con lo mal que están los Castro ahora, si intervienes cuando ya no puedan más, serás el salvador de toda la familia. Andrea seguramente volverá llorando a pedirte que se reconcilien.
El humor irritable de Miguel pareció mejorar notablemente después de escuchar los dudosos consejos de sus amigos.
—Vale, entendido.
Cuando estaba a punto de colgar, Dante gritaba desde el otro lado:
—¡Recuerda lo que te dijimos! ¡Mantén el control absoluto y no dejes que consiga ni un peso!
Miguel colgó. Poco después, se reanudó la audiencia.
Tras el descanso, era evidente que todos habían recuperado la compostura.
El abogado de Miguel tomó la palabra primero.
—Andrea, quieres divorciarte, bien. Ya que consideras que nuestra relación está rota, insistir sería inútil, pero no puedes decidirlo todo tú. En cuanto al dinero, no te daré ni un centavo.
Andrea y Vicente, que ya esperaban esta respuesta, se mantuvieron imperturbables.
Miguel continuó:
—