Micaela Stevens
Siento la primera bofetada en el rostro, esa maldita perdedora, su rostro de satisfacción hace que no baje la cara por mucho que me duela el golpe.
Una secuencia de golpes vienen luego de eso, unos tras otros, los recuerdos se mezclan, esos hombres tocándome, haciéndome daño, y mi voz desgarrándose mientras grito por el hombre que debería salvarme, grito por él, porque no tengo a nadie más, porque estoy en esta tierra sola, porque me quedé sola desde que mi madre murió...
—¡Micaela! ¡Micaela! — escucho su voz, y lo veo allí, con los ojos abiertos de par en par, su rostro se convierte en la ira más profunda, de esa que hace que pierdas el control, y es lo que sucede.
Su lobo sale a la superficie, con mis ojos veo su reacción y lloro de alivio, porque si llego, porque mi infierno acabo, porque aunque la sangre de mis agresores ahora bañan mi cuerpo, me gusta ver cómo los despedaza.
Intento vestirme, pero mi ropa ha quedado destruida... Mi mente me juega una mala pas