La gélida brisa de la noche golpea su rostro, ondeando su larga cabellera, en su pecho no ha dejado de invadirla esa sensación de ahogo en la que cae una y otra vez, llevándola al mismo lugar en el que hace años se alejó escuchando el llanto de su hija, el cual, poco a poco se iba perdiendo haciendo un eco.
Sus recuerdos son algo peligroso, en especial porque siempre ha anhelado en ir a buscar lo que es suyo y solo suyo, lo que le pertenece, por lo que tuvo que desprenderse sintiendo que el mundo se le caía en pedazos encima.
La obligaron, en ese entonces era ingenua e inmadura, se dejaba manipular muy rápido, pero ahora ya no, ahora se había convertido en la mujer que tanto temían sus enemigos, la mujer que estaba dispuesta a asesinar y a limpiar el camino de su pequeña, porque sí, viene por ella, y va a destruir la organización que tanto le hizo daño en el pasado.
—¿Estás segura de lo que vas a hacer?
La voz masculina a sus espaldas