Zefor no dijo nada por unos segundos.

—Jareth no es asunto tuyo —dijo al fin ese Rey Alfa, tajante—. Desde el momento en que lo tomaste y huiste secuestrándolo de la manada, desde que lo criaste como un títere… dejaste de ser su madre. No lo volverás a ver nunca más.

Korina escupió al suelo.

—¡Yo lo parí! ¡Yo lo alimenté cuando tú lo ignoraste! —gritó la hembra con su voz temblorosa—. ¡Cuando ni siquiera tenía nombre, le di uno! ¡Un bebé sin nombre, Zefor! ¡¿Eso es lo que eras tú como padre?! ¡Una sombra! ¡Un cobarde!

El Alfa abrió la reja. El sello de Gael reconoció su sangre y no lo detuvo.

Korina apenas pudo moverse cuando él la agarró del cuello y la empujó contra la pared.

¡PUM!

¡La espalda de Korina resonó con violencia contra la pared!

—¡¡¡AAAHG!!! —ella soltó un grito de dolor.

Las cadenas tintinearon violentamente. Zefor apretó con una sola mano. Sus garras se clavaron apenas en la piel de su cuello, haciendo que la sangre comenzara a deslizarse.

—¡Ha