Capítulo 5

Nora Harrison

Cuando menos te lo esperas las cosas mejoran indudablemente. Cuando llegó la hora de mi trabajo me vestí con mi uniforme y peiné mi cabello lo mejor que pude en una coleta para verme presentable. Por primera vez maquillé mi rostro para ir al trabajo y coloqué un poco de sombras oscuras para hacer resaltar mis ojos que eran entre un amarillo y verde muy claro.

Naro ya se encontraba en el lugar en el que la cuidaban, así que solo tuve que tomar mi bolso con mis cosas y salir en mi auto hacia el trabajo.

Los nervios me recorrían mientras estacionaba y salía en dirección hacia la entrada. Entonces el guardia de seguridad, que siempre estaba muy desenfadado y tranquilo hoy se encontraba nervioso y removiéndose incómodo desde el instante en el que me vio.

—Buenas noches, Nora.

Nunca le había dicho mi nombre, pero no me preocupé por ese detalle cuando tenía cosas más importantes que presenciar.

En cuanto entré en el club pude sentir la tensión en todo el lugar y las empleadas que estaban en los alrededores se me quedaron viendo en el instante en el que detuve mis pasos en el centro del club.

Y luego comencé a escuchar los gritos que venían desde la oficina de Larry.

Todos los vellos de mi piel se colocaron de punta al escuchar que quien gritaba era Larry, Larry estaba encolerizado y se notaba en cada palabra que estaba soltando.

—He dado todo de mi en este club para que usted venga a despedirme solo por las mentiras de una de estas mujeres de barrio ¿sabe que esa mujer se me insinuó?

Mis manos se apretaron en puño y con todo el valor que tenía comencé a caminar hacia el pasillo.

—No te lo recomiendo, Nora, el jefe de jefes está aquí, el mero mero, el señor de señores, no solo un supervisor —Ana se interpuso en mi camino y fruncí el ceño en su dirección.

—Ya lo sé Ana, fui yo quien lo buscó, está aquí por mí.

Y tras dejarla con la boca abierta continué mi camino hacia el pasillo.

Cuando estuve frente a la puerta no dudé un segundo en abrirla y meterme en la oficina llamando la atención de ambos hombres.

En ese momento el señor Andrew me repasó con la mirada y frunció el ceño ante mi uniforme poco adecuado.

No sabía si estaba consciente, pero el uniforme de las chicas que trabajaban en el club eran por mucho muy incómodos con aquellas faldas cortas negras y las camisetas que a penas tenían tela con las letras del nombre del club.

—¿Esto es lo que has hecho con mi club? —cuestionó Andrew con voz ensombrecida y concordé que tenían demasiado tiempo debatiendo aquí dentro si él no había visto a ninguna de las chicas con el uniforme.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó Larry furioso —¡Yo te despedí!

—¡Injustamente! —grité de vuelta —y le dije que no me quedaría callada ¿Cuántas chicas no habrán pasado por lo mismo además de mí?

Andrew me observó un poco maravillado por la postura que estaba tomando en la situación y por alguna extraña razón me sentí orgullosa de mí misma en ese momento.

Contra todo pronóstico había logrado que este hombre, multimillonario y con un montón de citas y cosas encima se fijara en mí, que mirara en dirección de este lugar abandonado de dios y tal vez de ahora en adelante prestaría un poco más de atención a sus clubes.

Y la verdad es que con un poco de ayuda este lugar podría convertirse en algo más, algo mucho más increíble y apto para mujeres como yo y las que trabajábamos aquí.

—Es definitivo, estás despedido y una demanda en tu contra será depositada para el lunes, mis abogados se encontraran contigo en el juicio.

Y tras sus palabras se hizo a un lado y le señaló la salida a Larry sin molestarse en hablar.

Él pasó junto a mí con su rostro rojo de la ira y sus ojos chispeando con el enojo y las ganas de venganza que tenía, pero en ese momento solo tenía ojos para el hombre rubio y demasiado alto para mi gusto que me miraba atentamente mientras Larry salía.

Cuando la puerta se cerró detrás de él, el señor Andrew se acercó y me dio una sonrisa suave.

—¿Cómo estás? —cuestionó tranquilamente.

Y aunque lo había visto en la mañana era difícil para mí adaptarme al atractivo de este hombre. Parecía un vikingo guerrero, porque se notaba a leguas que debajo de ese traje costoso había muchos músculos.

Sin embargo, yo era delgada, no mucho, pero las noches de mala noche y mala alimentación me habían llevado a perder mucho peso y parte de mis libras y ahora era más delgada, por eso la falda se bajaba demasiado dejando ver mi ombligo.

—Estoy bien.

Él asintió para sí mismo y comenzó a rascar suavemente su barba mientras miraba alrededor de la oficina.

—Mis chicas en el club del centro de la ciudad usan pantalones y poleras sin mangas y más largas ¿les molestaría que lo cambiara?

Yo negué efusivamente.

—Sería más cómodo para nosotras, no nos sentiríamos sexualizadas con cada paso que damos.

—Bien, una de las cosas que pienso cambiar desde ahora.

—Muchas gracias —me atreví a decir sintiendo como mis mejillas se volvían totalmente rojas —no tiene por qué estar aquí, sin embargo, se ha tomado la molestia de venir y eso lo aprecio mucho.

—Gracias a ti por no quedarte callada, y me disculpo por no creer en ti, prometo desde ahora investigar cualquier mínima mención de acoso, aunque resulte en situaciones falsas.

—Eso se lo agradecería mucho.

—Bueno, fue un placer conocerte, Nora.

Que me tuteara me hizo sentir un cosquilleo en mi pecho, pero cuando se acercó y plantó un beso en mi mejilla antes de irse, me dejó alucinando.

Y justo cuando iba a salir de la oficina se detuvo y retrocedió.

—Deberías anotar mi número personal por si necesitas algo algún día, así no tienes que allanar mi edificio para lograrlo.

Soltando una risita saqué mi móvil de mi bolso y anoté el número que me dictó.

—Gracias otra vez y no dudes en usar mi número si lo necesitas.

Y luego de un último asentimiento él salió de la oficina dejándome plantada con una enorme sonrisa que no se me quitaría en un largo, largo tiempo.

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