La inmensidad del bosque quedaba reducida a los pies de Ciro, lo conocía como la palma de su mano, y no era para exagerar. Él había crecido allí, había jugado numerosas veces a las escondidas con Brahim, también lo había caminado con su padre buscando fauna que cazar. Nunca habría imaginado que en un futuro cazaría a su esposa. Fue cuando entendió que él no era dueño de su destino, lo que más miedo le causaba.
-¿A dónde me llevas? –preguntó Anne calmando el llanto por fin. Caminaba por delante de Ciro, sujetada por una de sus manos que se aferraban a su delgado cuello, mientras que en la mano libre sujetaba el arma en la zona de su espalda baja.
-Brahim nos está esperando. –fue todo lo que dijo.
Sentía su corazón estrujándose, oponiéndose a