Partieron de la mansión a bordo del ya conocido Mustang con destino a Florencia. La ciudad era invadida por las luces artificiales de carteles publicitarios, farolas y comercios robándole el protagonismo a la luna que brillaba en su máximo esplendor. Anne la veía a través del cristal de la ventanilla, siguiéndola como si buscara protegerla del hombre que iba manejando a su lado. Ciro no había pronunciado una sola palabra desde que salieron de la mansión. Ni siquiera cuando la vio de regreso luciendo el vestido que él mismo había escogido para ella. Solo se había asegurado de que llevara puesto el anillo de boda en el dedo correcto.
-¿A dónde vamos? –preguntó Anne asfixiándose en el silencio. Fue ignorada. Ciro hizo caso omiso a su pregunta, como si no hubiera dicho nada.
El recorrido se hab&iac