121. Realización
Leonardo
El aire de nuestra casa parecía diferente: más ligero, más vibrante. Cada paso que daba al lado de Amber estaba impulsado por una alegría que crecía en mi pecho, casi asfixiante de tan intensa. Apenas cruzamos el pasillo hacia el comedor, ya podía oír las risas de los niños, cristalinas y llenas de vida, mezcladas con las voces animadas de mis padres y los comentarios alegres de Nonna.
Cuando nos detuvimos en la entrada, la escena que teníamos delante era como un retrato perfecto. Mi padre ayudaba a Louis a pinchar un trozo de comida con el tenedor, mientras mi madre limpiaba con paciencia la carita de Bella con una servilleta. Nonna hacía muecas exageradas que arrancaban carcajadas a los dos pequeños, que parecían olvidarse de comer de tanto divertirse.
Sentí el peso del momento en el pecho, como si el universo me estuviera entregando un regalo que nunca supe que necesitaba. Llené los pulmones y llamé: «Famiglia».
Mi voz salió más emocionada de lo que había planeado y todos