El Rey se hallaba en una habitación, iluminada solo por la luz solar de una ventana,
llena de polvo y telarañas por todos lados; estaba llorando sin parar, histérico y
lanzando cualquier cosa que encontrase a su paso. Se sentía mal, harto por la escena
del sirviente, harto con su madre y sus deseos absurdos de querer hacer que las cosas
estén bien, impasible con su futura esposa que se pone en contra de sus decisiones,
molesto consigo mismo porque siente que, aunque quiere hacer las cosas distintas, no
es el mismo de antes cuando estaba su padre; y molesto con Dios, porque quisiera
explicaciones exactas de por qué su padre tuvo que marcharse tan pronto. El Rey
Doménico lucha con sus demonios internos, esos que lo atormentan y no dejan que
piense con mente clara. Su madre, la Reina Giorgina, lo veía a escondidas por la
puerta; ella sabe del escondite que utiliza su hijo para desahogar sus tristezas y penas,
y él no sabe que su madre siempre lo ve desde lejos, sintiendo calladamente también
su dolor. La Reina dentro de sí sufre algunos tormentos y dolencias, porque no le gusta
ver a su hijo sufrir; y menos, que se haya convertido en un monstruo después de sufrir la muerte extraña del difunto Rey Esteban. Doménico, sentado en los muebles de la
habitación, comenzaba a recordar el episodio del día en que su padre murió, el
segundo en que sus días se convertían en noches eternas y la luz se opacaba en plena
oscuridad. Sentía ganas de regresar al pasado y construir una nueva historia; pero
ahora le tocaba enfrentar la realidad que le golpeaba y tiraba al suelo.
***
Dos años antes…
Era domingo por la mañana; Monseñor Lombardi oficiaba la misa, acompañado de
dos frailes capuchinos. Los reyes estaban ubicados en asientos apartados, mientras la
guardia real los custodiaba con recelo en las afuera de la iglesia; que hermosamente,
contrastaba con la arquitectura del castillo. La iglesia tenía una sola nave central, un
hermoso altar y un admirable retablo de oro, con una detallada pintura del juicio final
del célebre pintor, Miguel Ángel. Monseñor Lombardi se veía de espaldas, recitando
las oraciones propias en latín, mientras el pueblo permanecía orante y en silencio. El
obispo, terminando de recitar la oración del ‘Credo’, subió hasta el púlpito donde
dirigió su homilía con su acento italiano a la feligresía que lo acompañaba. Todos
escuchaban atentos y quedaban admirados de la sabiduría de aquél hombre.
“…Es por ello, queridos hermanos que, aunque exista la oscuridad en nuestro
mundo, la luz reinará siempre sobre las tinieblas Leía Monseñor con elocuencia
Aunque siempre existan dos reinos, nuestra libre voluntad elegirá a cual reino servir.
Uno te da vida y esperanza; y el otro te destruye. Así es el mal, cuando le das espacio en tu vida, se apodera de ti; y luego de conocer tu punto débil, es difícil apartarlo.
¡Tratemos siempre de vivir en el reino de la luz!...”
La reflexión de Monseñor Lombardi lograba calar en el público, en especial en
Angella que, atenta, analizaba cada palabra. Ese día, el Rey Esteban D’Luca tenía una
reunión con premura con un importante Monarca que venía de visita del reino sur de
Agris. Al culminar la misa, los reyes saludaron a Monseñor Lombardi como cada
ocasión.
Monseñor, su bendición Saludó el Rey Esteban con respeto
¡Dio ti benedica, majestad! Le respondió el obispo mientras lo signaba y le hacía
una leve reverencia. Luego siguió saludando: Saludos, majestad Giorgina; príncipe
Doménico; Lord Evan. Espero esté tutto bene en el castillo
Gracias, Monseñor; todo estupendo en el castillo Respondió Giorgina con cortesía
Monseñor, le presento a la princesa Angella Marino; mi pretendiente Intervino
Doménico. Su rostro irradiaba dulzor y alegría.
Un gusto, Monseñor Expresó Angella con timidez
Princesa Angella, claro; de los Marino. Entonces eso quiere decir que pronto avremo
il matrimonio ¿No es así? Comentaba sonriente
Doménico y Angella se miran sonrientes.
Es lo más probable, Monseñor Contestaba Doménico entusiasmado
Sí, mire que ya este pobre anciano necesita sus vacaciones, eh Agregaba el Rey
Esteban con tono de chiste
Bueno, es cierto. Que lo digo yo Añade el obispo riendo
Monseñor, dejamos nuestro aporte semanal para la caridad con los frailes
Comenta la Reina Giorgina
Está bien, grazie. Dio li paga Contestó el mitrado
Luego de despedirse, se dirigieron al bosque dorado, donde el Rey Esteban tendría
su reunión en la cabaña; La Reina Giorgina, Doménico, el pequeño Evan y Angella,
recorrían los alrededores mientras tanto.
Gracias por aceptar mi visita, majestad Esteban Dijo el Rey Cornelio sentándose
No se preocupe; para mí es un placer tenerlos a usted y a su futura esposa aquí en
mi reino Contesta el Rey Esteban haciendo el mismo gesto
Luego de los saludos protocolares, los reyes mantuvieron una conversación a mena
por dos largas horas, acompañada de tragos y comida. La cabaña, era utilizada por el
Rey para momentos especiales, para visitas extraordinarias, para pasar vacaciones en
verano; era un sitio distinto alejado de las labores del castillo. Al culminar, El Rey
Cornelio, invitó oficialmente al Rey Esteban y a su familia, a su boda próxima con la
princesa Romina Winchester en su reino; el Rey Esteban aceptó con cordialidad.
Después de un apretón de manos de despedida, el Rey Cornelio insistió en presentarlea su futura esposa; Esteban aceptó y mientras el Rey Cornelio salía de la cabaña, la
princesa Romina tenía unos minutos de conversación y saludo con el Rey Esteban.
Un placer, mi Lady; el Rey Cornelio me ha hablado muy bien de usted. Incluso, me
ha invitado a su boda Comenta el Rey Esteban saludando a Romina con un beso en
la muñeca
El placer es todo mío, majestad Esteban Saluda Romina con una breve reverencia
Me dará gusto verlo allá entonces Añadió con una cálida sonrisa
Así será, así será Contestó Esteban
Sostuvieron unos minutos más de conversación, creando empatía entre el Rey
Esteban y la princesa Romina; quien se mostraba muy atenta al Rey Esteban.
Princesa, realmente me siento muy complacido de conocerle Comentó sonriente
el Rey
El placer es todo mío, Majestad Concuerda Romina con otra sonrisa; y mientras le
hacía una leve reverencia, notó algo sobre el escritorio del Rey Esteban, que le llamó
demasiado su atención
¿Es suyo, majestad? Preguntó Romina
Eh… Sí, es que estoy ordenando estas cosas que llevaré a la biblioteca del castillo
Explicó el Rey Más bien, disculpe tanto desorden Agregó, guardando con llave los
libros y algunos pergaminos que tenía sobre el escritorio en la gaveta.
No se preocupe Contestó Romina, mirando aún pensativa lo que había visto
Ambos permanecieron adentro de la cabaña un par de minutos, luego salieron y
Romina fue presentada a la familia D`Luca. Doménico estaba contento y entusiasmado
por asistir a la boda, tenía planes también de casarse con Angella, a quien ama con
todas sus entrañas.
Al cabo de unos minutos, el Rey Esteban invitó cordialmente al Rey Cornelio y a la
princesa Romina, a un torneo en el campo de juegos de Fabrizzia, para celebrar su
visita al reino. Todos fueron llevados en el carruaje real. Al llegar, todos los vitoreaban
con alegría; el General Basilio los recibió con una reverencia y los condujo hasta el
palco real, donde fueron ubicados en sus asientos especiales. Las gradas estaban
totalmente llenas, ubicadas por clases sociales: desde la realeza y los nobles, hasta los
burgueses y desechados. El anfitrión daba las reglas de los juegos, y luego una
trompeta indicó el inicio de las jugadas; una banda marcial acompañaba los partidos,
que con gran alegría, grandes caballeros y armeros del reino, se oficiaban a realizar.
Los reyes admiraban entretenidos desde el palco real; abanicados por sirvientes,
servidos con mucha atención, y resguardados por la guardia real de Fabrizzia. Durante
algunas horas, el público pudo admirar de las destrezas y valentías de los jugadores;
quienes ofrecían sus jugadas y victorias por muchas damas que los aplaudían con
simpatía. Hubo torneo de flechas al aro, combate de espadachines; y un breve
entretenimiento de un bufón, dio la apertura a una justa.
El ambiente estaba rebosante de alegría; uno de los caballeros que entraba para la
justa, ofreció la jugada por la Reina Giorgina y el Rey Esteban, con unas palabras:
¡Que sean felices, hasta que la muerte los separe!
Todos aplaudían; el Rey le daba un beso a su Reina como expresión de amor.
Empezó la justa, el público ovacionaba y gritaba emocionado; los caballos
relinchaban, corriendo de un lado al otro con sus jinetes encima. De pronto, el Rey
Esteban, comenzaba a sentirse mal, comenzaba a delirar y a sudar. Doménico y la
Reina Giorgina, asustados, le preguntaban qué tenía mientras la guardia buscaban con
premura a un médico; pero el Rey Esteban, ya sin aire, caía en los brazos de Doménico,
desmayado y temblando. Todos veían sorprendidos y asustados, no entendían lo que
pasaba.
Fu-fue ella… fue ella… Balbuceaba el Rey Esteban temblando
¿Quién, mi señor? ¿Quién? Preguntaba intrigado Doménico tratando de levantar
a su padre
El Rey Esteban, dejaba de respirar y moría sin explicación alguna. Todos miraban
consternados. Doménico lloraba y gritaba desconsolado, su padre había sido su mayor
admiración desde niño; y perderlo, convertía todas sus alegrías y esperanzas en duelo
y tristeza.
***
En ese momento, mientras la Reina expiaba por la puerta al Rey Doménico, escuchó
que alguien venía, cerró la puerta para apartarse; y cuando salía, se topó con el
pequeño Lord Evan, quien la andaba buscando por todos lados.
¡Evan, me has dado un susto! Exclamó la Reina con susto
Perdóname madre, no sabía que podría encontrarte por aquí… Respondió el Lord
Sí, es que… quise recorrer un poco el castillo después de la escena fuerte del
desayuno Explicó la Reina para despistar al pequeño Lord Eh… ¿Querías decirme
algo, hijo? Le pregunta.
¿Qué veías, madre? Siguió interrogando Evan
Me… cercioraba de que estuviese muy bien cerrada la habitación Respondió ella
Ya te he dicho antes que… Comenzó
Sí, que es una habitación privada de la que nadie más debe de tener acceso
Continuó la frase Evan con mirada de desdén
¿Entonces, qué querías decirme? ¿Por qué no estás con la nodriza? Comenzó a
interrogar esta vez la Reina mientras se llevaba caminando al pequeño Lord
Ha de estar buscándome por todo el castillo; me escapé un segundo para decirte
algo… contestó Evan
¿Ah, sí? ¿Qué será? Le preguntó su madre
En ese segundo, llegaba Máximo, el mensajero real, para entregarle otra de las
tantas cartas que recibían de los pobladores, para quejarse sobre los altos impuestos.
Desde la muerte del difunto Rey Esteban, las cosas comenzaron a desestabilizarse
mucho; por ello la necesidad de poder hacer negocios con otros reinos.
¡No puede ser, otra carta más! Exclamaba para sí Giorgina
Madre, lo que quería decirte, era que… Insistía el pequeño Lord en hablar; pero la
Reina tenía otras prioridades en ese instante que resolver
Ve mejor con la nodriza, Evan; luego hablamos
Pero madre… Se quejaba el Lord
Sin reproches, Evan. Tu madre tiene cosas que resolver Explicaba Giorgina
mientras abría las cartas
Que lo haga el Rey Doménico, madre Agregaba Evan tratando de encontrar
complacencia
Él… está ocupado en otros asuntos Respondía la Reina Ahora, ve a hacer lo que
te digo, antes de que merezcas un castigo Añadió con regaño
El pequeño Lord, sin más qué hacer, se retiró de aquél lugar con muecas de
indiferencia; su edad entre los asuntos del reino, casi siempre le eran un gran ostáculo.