—¡Esta noche me rogarás que te lleve y eso es una promesa!—Hirvió con una voz baja y amenazadora.
Apartando la mano, se alejó unos pasos de ella mientras ambos continuaban mirándose con dagas.
—¡Desátenla!—Ordenó a uno de sus hombres que asintió con la cabeza y se acercó a ella. Rose estaba callada, sin resistirse ni luchar mientras dejaba que ese hombre le desatara las muñecas magulladas.
Una vez que las ataduras se fueron, su cuerpo se hundi&oacu