EMMA
Alguna vez escuche que la locura viene de muchas maneras, pero jamás de una como esta, en la que siento que he traicionado a Andrew, me remuevo inquieta en mi cama, lo que me ha dicho Julian sobre la mafia, hace que las tripas se me remuevan, no he podido dormir y pronto va a amanecer, por lo que me levanto y me dirijo a la cocina, donde, para mi sorpresa, veo a mi hijo Michael, queriendo agarrar galletas de chocolate.
Sonrío, enciendo las luces y da un respingo, sus ojos grises me miran con asombro y pongo las manos en jarras.
—¿Hambre? —enarco una ceja con diversión.
Él cierra sus manitas en perfectos puños y asiente.
—Mucha, ¿podrías servirme leche también? —inquiere con cautela—. Por favor, mami.
—Vale —lo cargo en brazos y lo subo a su silla—. Ladronzuelo.
Le vierto leche fría, galletas de chocolate y me siento a su lado, deja algunas moronas, se disculpa apenado, pero le digo que no tiene mucha importancia.
—¿De qué has hablado con Julian? —la pregunta me pica la lengua.
Su