Capítulo veintisiete. La voz de Ariadna.

El amanecer llegó cargado de ruido. Los titulares, los programas de televisión y las redes sociales repetían una y otra vez la supuesta implicación de Ariadna López en el escándalo financiero. Su rostro aparecía en todos los noticieros, a menudo acompañado de imágenes de su detención pasada.

En la villa, Ariadna observaba desde un ventanal cómo la entrada estaba rodeada de cámaras y reporteros. No había escapatoria posible: el mundo pedía respuestas.

Andreas hablaba por teléfono, dando órdenes rápidas a sus abogados y a su jefe de seguridad. Su voz era un látigo.

—Quiero demandas listas por difamación antes del mediodía. Y quiero rastrear la filtración hasta el último servidor, ¿me oyes?

Cuando colgó, la encontró a ella mirándolo con los brazos cruzados, más serena de lo que esperaba.

—Andreas, no puedes pelear todas mis batallas.

Él frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir?

—Que no basta con que tú digas que soy inocente. Yo necesito decirlo. —Su