130. La Alfa de Espíritu
La noticia de que el grupo de exploradores no había regresado encendió todas las alarmas en la manada de Sombra. No era común que los guerreros entrenados desaparecieran sin dejar rastro, y mucho menos en terreno que conocían como la palma de su mano.
Dayleen, acompañada de Ivanko, Kenji, Cassian y Annika, decidió salir personalmente para investigar.
—Podría ser una señal de emboscada —advirtió Cassian mientras descendían por el paso norte, entre rocas húmedas y árboles centenarios—. No podemos confiarnos.
—O una advertencia —susurró Ivanko, con la mirada aguda puesta en la neblina—. Aquí, hasta el viento miente.
Pero no fue la niebla la que los interceptó, sino el sonido de pasos rodeándolos, veloces, ligeros. Antes de que Dayleen pudiera dar una orden, un grupo de lobos de pelaje blanco y ojos plateados apareció, rodeándolos. No eran agresivos, pero sí cautelosos.
—¿Quiénes son? —preguntó uno de los guerreros de la manada de Sombra, empuñando su espada.
—Somos de la mana