Willow…
¿Qué pasó? Sentí como si me hubieran golpeado en la cabeza con un saco de ladrillos. Me froté los ojos y los abrí, esperando estar en la cama de Adrian, pero en vez de eso estaba en una habitación fría y oscura. “¡Adrian!”, grité.
“Oh, esta vez no viene a salvarte”, me respondió la voz que me perseguía desde hace tanto tiempo.
Las luces se encendieron, iluminando el sótano de la casa de Kieran. En Los Ángeles.
“¿Contenta de volver a casa, bebé?”, preguntó con una voz enfermizamente dulce.
No contesté. No le diría nada a este monstruo. No le daría ninguna satisfacción. Una punzada caliente se encontró con mi cara. Ni siquiera me había dado cuenta de que se acercaba a mí y mucho menos de que me iba a abofetear. ¿Qué estaba pasando? Esto debía de ser un sueño. Despierta, Willow. Despierta y Adrian te hará sentir mejor.
Me hundí las uñas en la piel, intentando despertarme, pero esta pesadilla no desaparecía. Adrian seguía allí, de pie frente a mí con una sonrisa malvada en la