—¡Este día no podría haber sido mejor! — exclamó la niña al momento de entrar en su habitación.
Su mochila tipo morral salió volando por los aires y descendió de forma casi milagrosa en la silla de su escritorio, mientras ella giró un par de veces antes de caer ruidosamente sobre su cama destendida.
Y la verdad era que Sacnicté tenía buenas razones para sentirse feliz: las cosas le habían salido sorprendentemente bien desde hacía seis semanas. En el transcurso de ese tiempo había conseguido descubrir su verdadero “yo” y compartirlo con alguien más: su novia.
Novia. Aún le resultaba algo extraño usar esa palabra. No era que le diera pena o algo parecido. Era más bien que aún no creía la buena suerte que había tenido al encontrar a alguien as&ia