Nos abrazamos en silencio, no había nada que decir. Fue un momento mágico. Algo con lo que soñé incontables noches. Jake regresaba a mí. Al menos por esta noche me obligué a no pensar en el mañana, solo a disfrutar de la protección que sentía en sus brazos. Recosté la cabeza en su pecho dejándome llevar por el golpeteo de su corazón, por su aroma tan característico y que me daba tanta paz. Delineé el tatuaje que estaba grabado junto a su corazón, parecía árabe, pero no sabía que significaba.
—¿Qué dice? —pregunté curiosa.
—Rebecca, en árabe —respondió con tristeza.
—¿En serio?
—Sí, mi corazón siempre fue tuyo amor. Y esto es un recordatorio.
—Mi corazón también es tuyo, siempre lo fue… al igual que mi cuerpo