Lejos de mi hogar.
Lejos de mi hogar.
Por: Jenny Cam
PRIMERO DE ENERO.

Narra Melisa

Los fuegos artificiales suenan, los miro explotar en el aire y el cielo se ilumina con hermosos colores, a lo lejos oigo la algarabía de muchas personas porque un nuevo año comienza, muchos están llenos de sueños, expectativas, metas, promesas, pero yo me siento vacía, solo una hoja en blanco tengo en mi lista para el nuevo año.

Sé que esta es una fecha para disfrutarla y estar al lado de las personas que amas pero en este momento me encuentro sola y no es por mi voluntad, mi corazón palpita con fuerza por los pensamientos que invaden mi mente, jamás pensé que cerraría de esta forma el año y mucho menos que iniciaría uno nuevo sin un norte específico y lejos de las personas que amo.

El frío me invade, aunque mi ropa me abrigue, mi piel se eriza y mis bellos reaccionan por la sensación de frío y vacío en mi corazón. Estoy sola en el taller mecánico de Albert, lugar en el que trabajo y duermo, en este país extranjero en el que hasta los momentos me ha mostrado solo hostilidad.

Me encuentro parada junto a la ventana, mirando al cielo, con mi estómago vacío al igual que mi corazón, llevo puesto un pantalón de mezclilla ancho y largo, botas negras de seguridad, un jersey negro y una chaqueta militar que Albert me deja usar.

El firmamento se ilumina destellando colores, sí estuviera con mi padre este sería un momento alegre y si estuviese con Gabriel él se esforzaría porque fuera un momento romántico pero en este instante aunque el cielo se ve hermoso y es una fecha de fiesta, para mí es un momento triste, es un recordatorio de mis errores, de mi mala suerte y de mi nueva vida impuesta, quiero volver a mi hogar, quiero abrazar a los que quiero pero existe un hombre llamado Camilo al que le temo y él es el motivo por el cual en estos momentos no puedo regresar a casa.

En el pasado yo solía estar llena de comentarios y opiniones, amaba la adrenalina y el riesgo, era la niña consentida de papi, una gran mecánico y muy buena piloto, estaba por iniciar mis estudios universitarios, tenía un novio que me amaba y mi mayor dificultad era saber si yo sentía lo mismo por él. Ahora me invade el miedo y la soledad, callo lo que pienso y me hago a un lado para dejar que otros hagan lo suyo y así poder evitar conflictos, me he vuelto un cero a la izquierda, nada que ver con la chica alegre, imponente y líder que yo era.

Solía pensar que mi padre y yo teníamos problemas económicos, pero ahora entiendo que pertenecía a la clase media, que tenía comodidades y podía darme lujos cada cierto tiempo y de la misma forma a veces enfrentábamos algunos conflictos financieros que siempre lográbamos solventar.

En estos momentos realmente tengo problemas económicos y soy pobre, aunque trabajo doce horas diarias no logro pagar un lugar decente para vivir, mucho menos puedo darme el lujo de equipar una vivienda, me siento discriminada en mi trabajo y acosada por mis compañeros, he vivido situaciones difíciles y no sé cómo salir de esta situación, lo peor es pensar que esta nueva situación es mi bote salvavidas para evitar que Camilo me dañe o a mi padre.

Ahora sé lo que es el miedo, el hambre, la soledad, la indiferencia, vulnerabilidad y discriminación, ahora entiendo cuando mi padre me decía que muchos hombres odiaban ser superados por una mujer en lo que ellos consideran su territorio, estoy harta de los paradigmas y estereotipos, quisiera hacer algo al respecto, pero si algo he aprendido es que no puedo cambiar a los demás, solo puedo cambiar yo por eso decidí ser más sumisa en mi lugar de trabajo, hacerme a un lado y no luchar por mis derechos como antes lo hacía, sé que esa no es la mejor decisión, pero desde que me golpearon mis compañeros de trabajo y amenazaron, ha sido la mejor solución que he encontrado para mantener algo de paz en mi vida.

Mirando a lo lejos pienso: “si Dios existe y me oye en este momento, le pido, que mire mi situación y me brinde una salida”.

Respiro profundo y me alejo de la ventana, ya no quiero pensar más en mi vida y mucho menos lamentarme por ella, quiero iniciar este año con dignidad y buenos pensamientos. Camino a mi habitación si así le puedo decir, es un espacio pequeño he improvisado en un rincón del taller con una colchoneta en el suelo para dormir.

Llegué hace quince días a la ciudad de New York, luego de haber cruzado ilegalmente la frontera del país  y tener la suerte de no haber sido atrapada por los oficiales de migración, vagué casi por dos semanas en Texas, hasta que logré que una joven y amable mujer que manejaba un camión me permitiera viajar con ella, pasamos casi dos días de camino hasta llegar, pensé que por fín estaría a salvo al llegar a este lugar a trabajar, tenía entendido que Albert era amigo de mi padre y me daría un buen trato, pero al llegar, me mandó a trabajar sin descansar, me dijo que debía pagar mi estadía en este lugar, mis compañeros me rechazaron inmediatamente y mis opiniones no fueron bien recibidas al entender que soy nueva y más joven pero sé mucho más que ellos. Pensaba que aquí las cosas serían más sencillas pero no es así, cada día estoy más delgada por el hambre, necesito que me paguen por el trabajo que he realizado pero debo esperar a completar el mes.

 Para aliviar el hambre Albert me da pan y un vaso de agua en las mañana, dice que eso me dará energía para trabajar, en las tardes me da un poco de arroz blanco y eso es todo lo que he comido en quince días, porque ya no me queda dinero.

Si algo puedo desear, si algo puedo pedir para este nuevo año es que mi padre este nuevamente a mi lado y mi situación mejore, solo eso sería un alivio para mi existencia.

Me siento en la vieja colchoneta y miro a mi alrededor, todo se ve oscuro y sucio, aun así algo dentro de mí se activó, inexplicablemente me llené de energía y esperanza, prendí las luces, busco una cubeta, la lleno con agua y jabón, lavo el rincón en el que duermo por completo: paredes, techo, suelo. Busco en el depósito del taller una extensión eléctrica, lámpara, bombilla y con eso le coloco luz a mi habitación, así la llamaré desde este momento.

Tomo el viejo y sucio colchón y lo lavo con espuma de jabón, lo seco usando paños gruesos y luego los coloco frente a los ventiladores del taller para que seque rápido, lavo la sábana vieja que Albert me dio, aprovecho la energía que siento y lavo mi ropa.

Termino de lavar y busco las cajas de madera en las que vinieron los tres motores que instalamos las últimas semanas, desarmo las cajas y fabrico una pared, que le da una mejor apariencia a mi habitación y la amplio un metro, quedando como un cuadrado de dos metros de ancho por dos metros de largo, con la madera que me queda hago otra pared, un poco más baja que la anterior y dejo un espacio para la puerta, pero como se acabaron los materiales coloco la sábana como cortina y ahora que está limpia luce mucho mejor.

Miro mi nuevo espacio, se ve limpio, iluminado, huele bien y tiene mi sello personal.

Me doy cuenta que estaba dejándome llevar por la depresión y no debo permitirlo, recuerdo que soy una luchadora, una líder, llena de habilidades y si quiero vivir con dignidad lo haré sin esperar nada de nadie.

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