Quedaba una hora antes de que empezara la boda y yo estaba sentada en mi tocador.
En el silencio, sonó mi celular.
La ex novia de Alejandro me envió una foto en la salía con el vestido de novia que encargué, sonreía y tomaba cariñosamente el brazo de mi novio.
Alejandro la miró con ternura en los ojos.
Ella mandó un mensaje: “Me dijo que el vestido me queda mejor que a ti”.
Y añadió: “Si quieres que la ceremonia de tu boda salga bien, ruégamelo”.
Bloqueé mi celular y le pregunté a la maquilladora: —Dime, ¿mi vestido no pudo llegar a tiempo realmente porque habían modificado mal la talla?
El vestido de novia, junto al maquillaje y la sesión de fotos venían en un pack.
Gasté mucho dinero y también negocié mucho con su equipo para conseguir un buen resultado el día de mi boda.
La maquilladora tenía miedo de mirarme a los ojos.
Tenía algo en mente.
Era gracioso. Pues Alejandro no paraba de atender llamadas o trabajaba con su portátil cuando estábamos probando vestidos de novia, sin embargo, cuando estaba con su ex novia, nadie le quitaba esa sonrisa de la boca.
Agarré el celular con fuerza y respiré hondo: —Por favor, dile a Alejandro que venga.
Necesitaba una explicación.
La ayudante de la maquilladora fue a llamar.
Me miré el pecho demasiado tenso en el espejo y jadeé un poco.
Quizá fuera un error desde un principio porneme algo que no quedaba bien.
Antes de Alejandro, llegó el presentador de la ceremonia, que tenía también esa mirada de culpable.
—Disculpe, señorita Ferrero, no tiene por qué asistir.
—¿Que no tengo por qué asistir? —Prácticamente me reía exasperada: —¿Me estás diciendo que es necesario que me presente en mi boda?
El presentador abrió la boca y estaba a punto de explicarse cuando entró Alejandro.
Dijo: —Yo decidí eso.
Alejandro llevaba el traje blanco que le había elegido, pero la pajarita no era la que yo había elegido.
Viendo mis ojos fijos en su pajarita, no estaba del todo cómodo y tosió ligeramente: —Ana va a ser operada dentro de unos días y el hospital le ha dado un aviso crítico. Dice que su único deseo es ponerse un vestido de novia por última vez.
Me burlé: —¿En nuestra boda?
Conocía a Ana Jiménez.
En el tercer año de salir con Alejandro me enteré de que tenía una ex novia que se había quedado calva por la quimioterapia.
Eran amigos desde la infancia y sus familias estaban tan unidas que no podrían separarse del todo aunque su relación de novios se terminó.
Como estaba recibiendo tratamiento en otra ciudad, los padres de Ana pidieron a Alejandro, que estaba en esta ciudad, que la cuidara.
Al principio sentí respeto y simpatía por ella, y me daba pena que una mujer en la flor de la vida se viera afectada por la enfermedad.
Pero desde el momento que le pidió a Alejandro que le llevara comida por la noche después de nuestra cita, mi impresión de ella dio un brusco giro para peor.
Una y otra vez la aguanté porque era una paciente.
Alejandro también fue claro y siempre antepuso mis deseos.
Él me informaba de todo lo que pedía hacer Ana, y solo iba a verla cuando la situación era realmente urgente, y fueron un par de veces en mi compañía.
Hasta hoy.
¿Cuándo la acompañó Alejandro a probarse el vestido de novia? ¿Y cuándo decidió dejarle el vestido de novia que yo había encargado para que celebrara la ceremonia en mi lugar?