Capítulo 60. Un libro abierto

Lorenzo sintió que el alma le volvía al cuerpo al ver a Stella, sus ojos estaban rojos y su rostro mostraba su dolor. Stella siempre había sido un libro abierto para él. Su rostro y sus ojos eran el reflejo de su alma.

—Stella —susurró, fue un sonido ronco, pues Lorenzo estaba conteniendo sus lágrimas. Intentando parecer fuerte, mientras por dentro lloraba de alivio y de alegría por encontrarla.

Ella lo miró y luego miró a Emilia con cierto reproche.

—No me mires así, cariño. Ustedes tienen que hablar, tienen que aclarar esto que está sucediendo y encontrar una solución —expresó Emilia con una clara disculpa en la mirada.

Se sentía mal por obligar a Stella a enfrentarse a Lorenzo en esas circunstancias, pero ella había aprendido que para aclarar las cosas no se necesitaba tiempo. El tiempo lo enfriaba todo.

Emilia le acarició el cabello, como si tratara de consolar a una niña, se inclinó sobre el oído de Stella y le habló:

—No dejes que una mujer resentida y despechada termine con tu
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