—Quisiera diseñar un beso para estar a tu lado, poder en mí la perfección: esa es tu belleza.
—¿Cómo le haces?
—¿Para qué?
—Para escribir así. Yo tengo que tomarme treinta cafés para medio concentrarme, a ti las palabras te fluyen de forma natural.
‘’No siempre ha sido así’’, quiero decirle. ‘’Todo se lo debo a él’’, agregar. Pero no puedo. No me atrevo. Sería negligente de mi parte quemar así a Santana.
—No es cosa de otro mundo. Simplemente presto atención a todos los detalles.
—¿Cada persona tiene una novela por vender?
Volvemos a Santana.
Eso lo dice siempre que nos atoramos en algún punto, y aunque todos se burlan, tiene razón.