—Zorra, ¿se está negando?
—Maestro, no le desobedecía, pero por favor, entiéndame, estoy trabajando y…
—Eso a mí no me importa si muere de hambre o no. Ahora debe venir inmediatamente.
—Pero Maestro, estoy en América.
—Tiene dos horas para llegar —colgando la llamada.
La desesperación la carcomía, ambos sabían que en dos horas no llegaría a Portugal desde Estados Unidos; y seguramente perdería el trabajo por dejar abandonado el proyecto, se debatía entre esta responsabilidad y obedecer. Al final, gano el trabajo, poseía demasiadas deudas, las cuales él no pagaría, sino aumentarían.
Salió de su motel en San Francisco, para dirigirse a la zona e comercio, metiéndose de lleno a terminar lo que le hacía falta. En la noche fue a buscar la cena, en uno de es