veinte.

Florencia:

Estaba sumida en una pesadilla, de esas en las que parece que despiertas, pero no es así, sigues en el mismo sueño horrible, una y otra vez.

Para ser honesta, no había nada aterrador en esta pesadilla, sino todo lo contrario, estaba en un bosque maravilloso, rodeada de esculturas talladas en los troncos, sabía dónde estaba, con Leonardo siempre íbamos a ese lugar, era el bosque tallado del Bolsón, en Argentina, pero esta vez estaba sola, por más vueltas que daba, no veía a nadie, entonces me desperté, o eso pensaba, ahora estaba en nuestro lago, ese donde hicimos el amor la primera vez, con aguas frías y cristalinas, producto del deshielo patagónico, pero la escena se repetía, corría y corría, solo para darme cuenta que está sola, completamente sola y la desesperación se adueñaba de mí, hasta que escuche su voz.

— No estás sola amor, solo es la tristeza que no te deja ver lo que tienes.

Giré para ver un paisaje totalmente distinto, pero que también conocía. Era la playa, en
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