Andrea
El día de la fiesta había llegado y Edward aún no le había contado a Andrea lo que pensaba hacer. Había tratado de evitar el tema durante días, aferrándose a un último vestigio de duda. A pesar de las palabras de su tía y del leve avance entre ellos, el remordimiento de estar dejando ir a Félix tan fácilmente aún la perseguía.
Pero no podía evitarlo para siempre. Necesitaba saber qué estaba planeando. Su teléfono comenzó a sonar y, al ver el nombre en la pantalla, su corazón se aceleró. Se aclaró la garganta y trató de que su voz sonara profesional.
—¿Hola?
Un silencio incómodo siguió a su saludo.
—Sammy, ¿puedes subir a mi oficina? —La frialdad en su tono le provocó un desasosiego inmediato. Cuando la llamaba por su sobrenombre, sonaba como si pusiera una barrera entre ellos.
—Enseguida voy, señor Klein —respondió con indiferencia. Después de todo, solo eran jefe y empleada, ¿verdad?
Al llegar a la oficina, no encontró a la asistente, lo que le hizo dudar un poco antes de toca