La venganza de Dante.
La venganza de Dante.
Por: Caroline Carraway
Prólogo – la respuesta equivocada.

–¿Valeria, quieres casarte conmigo? – Dante Neville estaba hincado en una rodilla, pidiéndole a la mujer que había sido su novia por los últimos diez años, que se casara con él.

–No – Valeria titubeó, se secó la frente que le había comenzado a sudar y se fijó en todas las personas que estaban a su alrededor.

Frente a ella se encontraban su familia, su padre, su madre, estaba Ezra, el mejor amigo de Dante y los padres de Dante también estaban allí en esa cena en la que se suponía que ambas familias se convertirían en una sola.

–Mi amor, ¿Qué estás diciendo? – Dante frunció el ceño y tragó saliva.

–No puedo casarme contigo, Dante, ya no te amo – aquellas palabras hicieron eco en el pecho del hombre, lo estremecieron y le calaron hondo como si hubiera sido una daga atravesándole el cuerpo.

–¿Qué estás diciendo, Valeria? – él se puso en pie, aun con la caja de terciopelo azul oscuro entre sus manos – debes estar equivocada, mi amor, hemos planeado esto durante mucho tiempo, ¡Es nuestro sueño! – él intentó agarrarla de las manos, pero ella se lo impidió.

Dante no lo sabía, pero había un motivo ocultó por el que Valeria no podía recibirle aquel anillo.

–Si estás nerviosa, podemos arreglarlo, un matrimonio no cambiará nada entre nosotros, nos amamos y esto solo legalizará nuestra unión, nos hará más fuertes – Dante estaba comenzando a desesperarse.

Valeria era el amor de su vida, la única mujer a la que él le había permitido colarse en su pecho, ella era perfecta, desde su sonrisa que iluminaba el lugar más oscuro, hasta su cabello dorado que brillaba y casi parecía que echaba chispas. Dante no se imaginaba un futuro sin Valeria a su lado, se moriría sin ella.

–Amor… ¿Qué pasa? – preguntó mientras todos cuchicheaban a sus espaldas.

–No insistas, Dante, no voy a hacerlo, no interesa cuantas cosas me prometas, yo no soy la mujer para tu vida – dijo envuelta en un mar de lágrimas.

–¡Pero que estás diciendo, mujer! Después de todos estos años, ¿Crees que no estamos destinados a estar juntos? Tu eres todo lo que necesito en mi vida, mi amor, eres la mujer perfecta para mí.

Valeria sentía que cada palabra de Dante le atravesaba el alma, sabía que no era justo estarle haciendo aquello, después de todo, él siempre se había comportado como el novio perfecto, había dejado a un lado sus días de libertinaje únicamente por serle fiel a ella y por complacerla en todo lo que le pedía. Dante no había escatimado en sus esfuerzos por hacer feliz a Valeria, sin embargo, eso jamás había sido suficiente para ella y ya no podía engañarse más a sí misma.

–Valeria, mi amor – Henry, el padre de Valeria, se acercó a ella para tratar de hacerla entrar en razón.

Henry sabía que la relación entre ambas familias era demasiado delicada, lo suficiente como para que Valeria pusiera todo a tambalear de esa forma. Axel, el padre de Dante, había sido el encargado de que la familia de Valeria no hubiera quedado en la ruina todavía.

Por supuesto, eso era algo que Valeria no sabía.

–¿Por qué no lo piensas un poco más, linda? – insistió su padre – no tomes decisiones apresuradas.

–No es apresurado, papá. No puedo casarme con él – chilló al borde de un colapso.

–Pero ¿Por qué, mi amor? ¿Por qué no puedes hacerlo?

–¡Porque me acosté con Ezra!

El grito de Valeria hizo que todos se quedaran fríos por la información que acababa de revelar, de repente, toda la atención se puso en el mejor amigo de Dante, que se había puesto pálido como un papel.

–Lo siento, fue en uno de tus muchos viajes, ¡nosotros estábamos en casa y no pude evitarlo! Tuve sexo con Ezra y por eso no puedo casarme contigo – la chica se desplomó en el suelo de la habitación principal.

Por unos instantes Dante no supo cómo reaccionar, imaginar a su novia de tantos años y a su mejor amigo durmiendo juntos hacía que le dieran nauseas. Poco a poco ese asco se convirtió en rencor y en rabia, antes de darse cuenta, Dante ya estaba corriendo en dirección a Ezra para golpearlo y partirle la cara en muchos pedazos por haberse acostado con su novia.

–¡Dante, no! – pidió Valeria, mientras él le daba golpes a diestra y siniestra a Ezra.

Ezra por otro lado, se defendió como pudo de los golpes de Dante, pero este último estaba completamente enceguecido y loco por la situación y no estaba dispuesto a detenerse hasta cobrar venganza por la humillación que acababan de hacerle vivir.

Las dos personas en las que él más confiaba acababan de traicionarlo de la forma más cruel y perversa.

–¡Alguien llame a la seguridad! – gritó Briana, la madre de Dante.

–Déjalo mujer, está peleando por su honor – Axel simplemente le dio un sorbo a su copa de vino, vio a los dos hombres peleando y entonces se dirigió a Henry, lo agarró del brazo y lo apartó a un lado del salón – espero que entiendas lo que esto significa – pronunció, con la calma que siempre lo había caracterizado.

–Axel, estoy seguro de que hay una explicación para todo esto – gesticuló – no creo que el asunto sea tan grave como lo que Valeria acaba de mencionar, debe estar nerviosa o delirando. Ella no es así, mi Valeria es la mujer más sensata que hay en la tierra, la conozco y sé que está profundamente enamorada de tu hijo.

–Yo también conozco a Dante, sé que no va a perdonarla y si tú crees que seguiremos dándole la bendición a tu hija después de lo que acaba de pasar, entonces estás igual de demente que ella – siseó – tu hija se encargó de echar a la basura todos esos años de relación y lamentablemente este significa también el fin de nuestra relación laboral.

–¡Pero Axel! Una cosa no tiene nada que ver con la otra – chilló Henry.

–Hay dos cosas sagradas en esta vida para mí, Henry – Axel chasqueó la lengua – la familia y el honor. Tu hija acaba de traicionar ambas cosas, así que lo siento, a partir de mañana ya no trabajarás para nuestra empresa.

Axel se alejó de Henry para ir a detener a su hijo antes de que matara a Ezra, aunque la verdad era que no le interesaba mucho que la sangre de Ezra corriera, después de todo, para Axel la ley del talión era la que regía su vida… ojo por ojo, diente por diente.

Mientras tanto, Henry pensaba en que iba a hacer a partir de ese momento, no tenía dinero, estaban en la quiebra por culpa de su problema de apuestas y por si fuera poco también se acababa de quedar sin empleo, y el problema de todo eso era, que ni su esposa ni su hija sabían la verdad. Ellas siempre habían tenido un estilo de vida por lo alto y no se atrevía a decirles que eso había quedado en el pasado.

–No vale la pena que sigas manchando tus manos, hijo, vámonos de aquí – dijo Axel a Dante.

Dante, a pesar de estar cegado por la rabia, escuchó a su padre y entonces detuvo sus golpes a Ezra que estaba prácticamente inconsciente.

–¡Ustedes dos van a pagarme esto, lo juro! – gritó, señalando a Ezra y a Valeria.

Henry agarró a su hijo y a su esposa y entonces los guio hacia la salida, y mientras Dante se prometía a si mismo vengarse de las personas que acababan de arruinarle la vida, Valeria se acercaba corriendo a socorrer a Ezra que estaba muy mal herido.

–¡Mi amor! Estás destrozado – le dijo, llorando y agarrando su cabeza.

La imagen de Valeria consolando a Ezra hizo que Henry enloqueciera de la furia.

–¡Bruta! ¡Deja de consolarlo! – le gritó con rabia, al tiempo en que se acercaba a ella para halarla del cabello y hacerla entrar en razón – ¿Acaso no te has dado cuenta de lo que acabas de hacer? ¡Nos has dejado en la ruina por tu amorío! – ella abrió los ojos con sorpresa al mismo tiempo en que lo hacia su madre.

–¿Qué estás diciendo, cariño? – preguntó asustada Antonia.  

–¡Que estamos en banca rota! – sentenció, haciendo que la mujer se volviera un mar de lágrimas, a Valeria, por otro lado, lo único que le interesaba era socorrer a Ezra.

–¡Malditos malnacidos, cobraré todo lo que me han hecho! – repitió Dante entre dientes al tiempo en que les abrían la puerta de salida.

En cuanto se enfrentaron al frio de la noche, Dante vio a la chica que se bajaba del auto negro que acababa de aparcar delante de la casa.

Se trataba de Emma, la hermana menor de Ezra, la chica virgen y prístina que siempre había sido la protegida de su hermano.

Emma, que había llegado de su intercambio en España y que no sabía nada de lo que acababa de pasar, se acercó corriendo a Dante en cuanto lo vio, habían pasado cinco años desde la última vez en que lo tuvo cerca.  

–¡Dante! – gritó tirándosele encima para abrazarlo.

Dante apretó el cuerpo de la chica de diecinueve años y sintió algo extraño en el pecho, pero no era amor o cariño. Era el deseo de la venganza. Los brazos de Emma parecían el escenario perfecto para vengarse.

Ezra le había quitado lo que él más amaba, que era a Valeria. Así que él le quitaría lo más sagrado para Ezra, que era a su pequeña hermana Emma.

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