El director del desfile se quedó anonadado cuando se dio cuenta de lo bonito que le quedaba el vestido a Emma, parecía hecho justo a su medida.
–Espérame aquí – le pidió emocionado a Emma, quien se miró al espejo en cuanto el hombre se fue.
El vestido era precioso, estaba lleno de plumas y piedras preciosas bordadas a mano, parecía muy costoso y la hacía sentir como una princesa, la chica pasó la mano sobre los adornos y entonces suspiró. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan bella como justo en ese momento, ella brillaba con aquel vestido.
–¡Mírala! – le dijo a Susan.
La mujer abrió los ojos con sorpresa y se llevó la mano al pecho al ver lo bonita que se veía Emma.
–Te queda fantástico – la alagó mientras una idea se cruzaba por su cabeza.
–Ahora veamos cómo le va en la pasarela – dijo el director.
Susan asintió y salió de los camerinos, entre tanto rogaba al cielo para que Emma fuera capaz de manejar los tacones de 12 centímetros, aquella era la prueba final que necesitaba para