Capítulo 5 – una visita inoportuna.

–¡¿Cómo que no sabes donde demonios está mi hermana?! – le gritó Ezra a la ama de llaves de su casa – ¿Entonces para que te pago? – él la zarandeó del brazo.  

Emma no aparecía por ningún lado y Ezra estaba empezando a perder los nervios, no entendía donde demonios se podía meter una chica de diecinueve años, sin amigos y recién llegada a la ciudad.

–Lo siento señor, yo la vi salir en la tarde, pero no sé a dónde iba.

–¡Tú nunca sabes nada, bruta! – dijo, pero esas palabras no eran nuevas para la servidumbre, que estaba acostumbrada a escuchar cosas como esas y peores provenientes de Ezra.

–Lo lamento mucho, señor – ella bajó la cabeza, esperando que eso fuera suficiente para que él dejara de humillarla y le permitiera irse.

–¡Los quiero ver a todos aquí! – gritó tan alto, que el eco retumbó contra las paredes de la gran casa.

Enseguida cada uno de los sirvientes se acercaron y se formaron en una fila india frente a él.

–Emma Astley no puede volver salir de esta casa sin mi autorización, ¿Está entendido? Si ella da un paso a la derecha, quiero saberlo, si se mueve a la izquierda también, si se está dando una ducha, ustedes también deben saberlo, ¿He sido claro?

Todos asintieron con la cabeza y respondieron en coro – sí, señor.

–Espero que no se les olvidé. Mi hermana es lo más sagrado que tengo en la vida y como algo le suceda a ella los culparé a todos y cada uno de ustedes, los obligaré a pagar las consecuencias – las fosas nasales de Ezra se expandieron a medida que respiraba de forma agitada, igual que su pecho que subía y bajaba al ritmo de su ahogada respiración – pueden largarse todos, ya.

Los sirvientes salieron del salón principal mientras dejaban a solas a Ezra, quien ya se estaba planteando la idea de ir a buscar el mismo a su pequeña hermana, estaba claro que estaba rodeado de un montón de incompetentes que no le iban a servir para nada.  

Con la sangre hirviendo y preocupado, Ezra fue hacia su bar y se sirvió una copa de whiskey escoces que se bebió de un solo tiro. Por alguna razón sentía que pensaba mucho mejor estando ebrio.

Al borde de la locura, Ezra escuchó que la puerta principal de la casa se abrió. Era Emma quien estaba entrando por ella, pero la chica estaba tan asustada porque su hermano se diera cuenta, que estaba tratando de moverse en el mayor silencio posible. El problema era que Ezra ya la había escuchado.

–¿Dónde demonios estabas metida, Emma? – Ezra se acercó dando zancadas hacia su hermana.

Emma unió sus manos frente a ella y se removió incomoda, su ropa interior estaba completamente mojada, sus rodillas temblaban. Estaba nerviosa, ansiosa y no sabía que responder. Ella nunca fue una buena mentirosa y no sabía cómo enfrentar a Ezra.

–¡Habla! ¿Dónde estabas metida? ¿Y vestida de esa forma? – él la miró de los pies a la cabeza, se fijó en la falda corta que estaba usando su hermana y en la blusa de escote que también llevaba.

–¿Qué tiene mi ropa? – ella se mordió el labio con miedo.

–¡Que pareces una puta, Emma! ¿De dónde sacaste estos trapos? – él la agarró con fuerza de la camisa, moviéndola bruscamente – ¿Por qué estás vestida de esta forma? – insistió.   

–Yo… yo – Emma comenzó a titubear y estaba a punto de ponerse a llorar. Sabía que si le mentía a Ezra él se daría cuenta inmediatamente de que ella estaba ocultando algo.

–¡Habla! No quieras tratarme como a un imbécil – él la agarró de la barbilla y la obligó a mirarlo, Emma sintió el dolor en la mandíbula, pero no se atrevía a decirle a su hermano que la estaba lastimando, sobre todo, porque esa era una situación nueva para ella. Ezra siempre tuvo carácter y siempre la trató con rudeza y disciplina, sin embargo, esa noche se estaba comportando como alguien a quien ella no era capaz de reconocer.

–Hermano, lo siento, te juro que nunca más volveré a salir sin avisarte, lo prometo.

Sin poder aguantarse más, ella dejó que las primeras lagrimas comenzaran a caer de sus ojos, se sentía culpable por lo que había pasado con Dante, por la forma en que él la había tocado y además por estarle ocultando la verdad a su hermano.

El hecho de que Emma le estuviera dando tantas vueltas al asunto solo hizo que la rabia creciera dentro de Ezra. Jamás le había gustado que lo tratasen como a un tonto y sentía que eso era lo que estaba haciendo Emma.

–¡Vas a decirme ya donde estabas! – le habló con rabia.

–Estaba… con Dante – respondió tan bajito que salió como un murmuro.

El panorama de Ezra se nubló, se volvió ciego en cuanto escuchó el nombre de Dante, el culpable de que él fuera a casarse con Valeria. Con la rabia saliendo de sus poros, Ezra levantó la mano derecha y le dio una bofetada a Emma, haciendo que la mejilla de la chica comenzara a palpitar de dolor y que incluso de su nariz comenzara a sangrar.

Emma se llevó una mano a la mejilla y se quedó asombrada por lo que su hermano acababa de hacer, esa era la primera vez que él le ponía una mano encima para golpearla, y el problema era que Ezra no se sentía dispuesto a parar.

–¡Te encontraste con Dante aun cuando te lo prohibí! ¡Rompiste nuestra promesa, Emma, y no contenta con eso te fuiste a ver con él luciendo como una m*****a ramera! – Ezra le dio otro golpe a su hermana, quien enseguida cayó al suelo por el impacto.

–Ezra lo siento, tienes que parar – ella lo miró desde el suelo, completamente humillada.

–¿Esto es en lo que quieres convertirte? Porque si lo que quieres ser es una mujerzuela entonces no tendrías por qué estarte quejando. Así se trata a las mujerzuelas, como un trapo, ¡Porque no valen nada! – Emma no podía creer las palabras que estaba escuchando de su hermano, él sonaba tan machista…

–No me convertiré en esto, lo prometo – ella murmuró.

–¡Por supuesto que no lo harás! Porque estás castigada, a partir de hoy no vas a poder salir de esta casa a menos de que sea conmigo, ¿Me entendiste bien? Y mañana mismo iremos a inscribirte en el convento, en el cual te enseñen a no vestirte de esa forma, ni mucho menos a involucrarte con el primero que se atraviesa en tu camino – gritó – y ¡No vas a usar ropa como esta en mi casa!

Si no hubiera sido por el timbre de la casa que acababa de sonar, Ezra no se hubiera detenido y habría continuado maltratándola.  

–¡Vete a tu habitación! – le gritó, mientras intentaba recuperar la compostura – ¿Quién es? – preguntó a la ama de llaves que abrió la puerta.

–Es la familia Darcy, señor – respondió la mujer.

Ezra rodó los ojos y fue con fastidio hasta la puerta principal, donde estaban Henry, Valeria y Antonia con todas sus maletas.

–¿Qué hacen aquí?

–Mi amor, papá ha decidido que vendremos a vivir contigo – Valeria chilló y se tiró al cuello de Ezra para abrazarlo.

–¡¿Que?! ¿Acaso se han vuelto locos? – él la apartó sin nada de tacto.

–Axel Neville nos ha embargado nuestra casa y en vista de que es por culpa tuya, vamos a quedarnos aquí, porque además de eso, no tenemos otro sitio al que ir – anunció Henry.

Enseguida la familia Darcy entró en casa de Ezra y comenzaron a meter todas sus pertenencias. Ezra los miro con rabia, pero sabía que no podía hacer nada para detener eso, más allá de encontrar una forma de no casarse con Valeria.

–Ayúdalos a instalarse, vigílalos de cerca – le dijo Ezra al ama de llaves antes de subir las escaleras para ir a su habitación.

Valeria subió a escondidas detrás de él y esperó hasta que su futuro esposo entrara en su habitación – ¿Así que este es tu espacio? ¿Aquí es donde dormiremos? – preguntó con esa voz chillona de ella.  

Ezra miro a Valeria, estaba tan cansado y estresado que no tenía mente como para pelear, prefería hacer otro tipo de cosas, así que la jaló del brazo y cerró la puerta detrás de ellos.

–Ya sabes lo que tienes que hacer – soltó.

Ya tendría tiempo para sacarla de su habitación más tarde, cuando hubiera cumplido con lo único para lo que era buena.

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