Santiago Ferreto estaba realmente impresionado de ver frente a él a Leonardo Prego, el único amigo real que había tenido en su niñez y juventud temprana y a quien dejó de ver después de que fue rechazado de su propia familia.

—No puede ser, ¿En dónde habías estado todos estos años?, ¿Por qué jamás me llamaste imbécil?, ¿Cómo es posible que tu seas el dueño misterioso de Majestic?, dios…como te extrañé tonto rubio de mierda. — dijo Santiago casi al borde de las lágrimas acercándose para darle un fuerte abrazo a Leonardo que lo recibió con cariño.

—Cuando me marché te dije que no debías de preocuparte por mi tonto pelinegro ojos de gargajo, y ahora puedes ver que no te estaba mintiendo. — respondió Leonardo recibiendo con genuino cariño a su viejo y mejor amigo.

—Apenas puedo creer que seas tú, había escuchado algunos rumores sobre tu regreso, pero como todos los demás rumores que ese imbécil arrogante de Renato esparce sobre ti, no lo creí verdad, estoy realmente feliz de verte. — aseg